A medida que pasa el tiempo y se expande el uso de Internet se multiplican los debates y las polémicas sobre la dimensión social y la individual que se despliegan entre los usuarios de la red. ¿Internet es un nuevo espacio psicosocial? ¿Hasta qué punto reduce las señales sociales propias de una comunicación cara a cara? ¿Alienta cierto nivel de participación pero sin compromiso? ¿Facilita la expresión y la catarsis social sin que los mensajeros-editores den la cara? ¿El anonimato de los espacios aumenta la desinhibición? ¿Favorece el uso de la palabra sin esperar la aprobación o desaprobación del otro? ¿Soslaya y omite filtros que remitan a los derechos de personas, pueblos y minorías sociales?
Ya nos decía Z. Bauman que estamos inmersos en una sociedad líquida y en tiempos líquidos, y que uno de sus rasgos era la conformación de relaciones sociales en donde sobresalían los vínculos fugaces, efímeros y descartables nacidos en la vida del ciberespacio.
De modo incipiente surgen estudios de las ciencias sociales que dan cuenta de las sociabilidades, identidades y condiciones de pertenencia que se forjan en Internet, reconociendo que se hace necesario demarcar los diferentes contextos de uso y distintos espacios posibles de indagar.
Por un lado, están las páginas de periódicos, revistas, portales y sitios que, si bien requieren el registro del usuario a través de una dirección de correo electrónico, resultan casi anónimas y muy accesibles para expresar opiniones, comentarios, disputas y todo tipo de calificativos. Por otro, existen las plataformas o sitios web más cerrados que para permitir la participación de usuarios (pueden ser alumnos, docentes, empleados, profesionales, ciudadanos) requieren más datos personales, algunos de los cuales se constatan a través de distintos instrumentos. Seguramente en unos y otros espacios virtuales las condiciones y requisitos de ingreso inciden de modo peculiar en el tipo, cantidad y calidad de la participación de los usuarios y determinan la mayor o menor dispersión y pertinencia en el núcleo del tema de discusión o de estudio.
Yendo al campo educativo, en donde cada vez es más frecuente la adopción de programas universitarios con alto porcentaje de actividades virtuales de aprendizaje, uno de los temas más significativos que está en discusión es el que indaga sobre si las redes y entornos digitales favorecen el aislamiento y el individualismo y, consecuentemente, si debilitan la pertenencia y la identidad social.
Una mirada amplia y consistente que considere la complejidad de la relación enseñanza-aprendizaje-tecnologías, podrá sugerir que los resultados, en gran medida, dependen del modelo educativo que sustente la propuesta y de las estrategias didácticas que se desplieguen en el entorno virtual para cada situación. Se trata, pues, de conjugar y plasmar principios pedagógicos, curriculares, comunicacionales y tecnológicos que ofrezcan un camino de aprendizaje basado en la perspectiva socio-cultural.
Por un lado, están las páginas de periódicos, revistas, portales y sitios que, si bien requieren el registro del usuario a través de una dirección de correo electrónico, resultan casi anónimas y muy accesibles para expresar opiniones, comentarios, disputas y todo tipo de calificativos. Por otro, existen las plataformas o sitios web más cerrados que para permitir la participación de usuarios (pueden ser alumnos, docentes, empleados, profesionales, ciudadanos) requieren más datos personales, algunos de los cuales se constatan a través de distintos instrumentos. Seguramente en unos y otros espacios virtuales las condiciones y requisitos de ingreso inciden de modo peculiar en el tipo, cantidad y calidad de la participación de los usuarios y determinan la mayor o menor dispersión y pertinencia en el núcleo del tema de discusión o de estudio.
Yendo al campo educativo, en donde cada vez es más frecuente la adopción de programas universitarios con alto porcentaje de actividades virtuales de aprendizaje, uno de los temas más significativos que está en discusión es el que indaga sobre si las redes y entornos digitales favorecen el aislamiento y el individualismo y, consecuentemente, si debilitan la pertenencia y la identidad social.