Douglas Rushkoff, académico de la Universidad de Nueva York, publicó en 2010 el libro Programar o ser programado, los
10 principios para la Era Digital (título original: Program or be Programmed: Ten Commands for a Digital Age), el cual alimenta un debate acerca de la oportunidad o necesidad de promover el aprendizaje de la programación informática para que todos todos los ciudadanos tengan conocimientos y habilidades sobre los sistemas y lenguajes que permiten la creación y diseño de tecnologías. Esta cuestión ya fue resuelta en varios países que han decidido incluir la programación en los diseños curriculares de la educación secundaria.
Claro que aún debemos esperar para conocer logros, dificultades, retos y demandas de esta experiencia incipiente en países como Finlandia, Israel, Reino Unido, Estonia, y ciudades como la Comunidad de Madrid.
Mientras tanto, queremos compartir los diez pasos o
mandamientos para la era digital que formula Rushkoff para participar de modo reflexivo en la cibercultura, sin resignar nuestra formación, nuestro entorno social y nuestros valores y sueños.
1-
Tiempo: No estés siempre "en línea".
El
sistema nervioso de una persona existe en el tiempo presente. Vivimos en un
continuo ahora y el tiempo siempre está pasando para nosotros. Las tecnologías
digitales no existen en el tiempo. Al unir nuestros cuerpos y mentes basados en
el tiempo a tecnologías que en sí tienden a ir contra el tiempo, terminamos separándonos de los ritmos, los ciclos, y la continuidad, de los cuales dependemos para
vivir de modo coherente.
2-
Lugar: Vive en persona
Las
redes digitales son tecnologías descentralizadas. Trabajan desde lo lejos
intercambiando intimidad por distancia. Esto los hace extraordinariamente
adaptables para comunicarnos y realizar actividades a larga distancia, pero
pésimas para involucrarnos con lo que está, o quien está, justo enfrente de
nosotros. Al utilizar una tecnología deslocalizada para conectarnos localmente,
perdemos nuestro sentido del espacio así como las ventajas que nos ofrece el
ser locales.
3.
Elección: No siempre tendrás que elegir alguna de las opciones que se ofrecen en la red
En la cultura digital todo se convierte en una elección. El medio tiende a lo
discreto y esto deja fuera cosas que no hemos elegido notar o registrar y te
obliga a elegir entre diversas opciones cuando en realidad no tendrías por qué
estar eligiendo algo.
4.
Complejidad: Las tecnologías tienden a reducir la complejidad de la realidad
A
pesar de que nos han permitido trabajar con ciertas clases de complejidad
nuestras herramientas digitales sobre-simplifican las problemáticas matizadas.
Orientadas en contra de la contradicción y el compromiso, nuestros medios
digitales tienen a polarizarnos en bandos incapaces de reconocer valores
compartidos o de relacionarnos con algo paradójico. En la red generamos
respuestas a través de simples búsquedas en lugar de sumergirnos en la
investigación y en el seguimiento de líneas de lógica. No nos damos cuenta que
las tecnologías digitales están modelando nuestra realidad pero no
sustituyéndola, y confundimos sus límites sobre-simplificados con la forma en
que las cosas tendrían que ser. Al hacer conciencia sobre la tendencia de estas
tecnologías de reducir la complejidad, recobramos la habilidad para concebir sus
simulaciones como modelos inmersos en una aspiradora y no como postulados
definitivos del mundo.
5.
Dimensiona: Un mismo tamaño no le queda a todos
En
la red todo se hace por escala, o al menos eso debería. Las tecnologías
digitales están orientadas a la abstracción, trayendo todo al mismo nivel
universal. Personas, ideas, y negocios que no funcionan a ese nivel están en
desventaja, mientras que aquellas que tienden a altos niveles de abstracción
son las dominantes. Al recordar que un tamaño no le cabe a todos podemos
preservar propiedades y actividades locales.
6.
Identidad: Ser uno mismo
Nuestras
experiencias digitales son extra-corporales. Esto nos conduce a un
comportamiento impersonal en un entorno en donde nuestra identidad puede ser
una desventaja. Pero entre más nos ligamos a otros anónimamente, menos
experimentamos las consecuencias humanas de lo que decimos y hacemos. Al
resistirnos a interactuar desde la comodidad del anonimato, nos mantenemos
responsables y presentes lo cual hace mucho más probable el que podamos llevar
nuestra humanidad al reino digital.
7.
Social: No vendas a tus amigos
No
obstante sus tendencias deshumanizantes, los medios digitales están orientados
a lo social. En la actual co-evolución entre personas y tecnologías, las
herramientas que nos conectan florecen y las que no, pronto aprenderán a
hacerlo. Debemos recordar que la orientación de los medios digitales consiste en conectarnos con otras personas y no con sus contenidos y, mucho menos, con su
dinero. De lo contrario corremos el riesgo de privarnos a nosotros mismos
del mayor regalo que las tecnologías digitales
nos pueden regalar a cambio de haberlas creado.
8.
Hecho: Di la verdad
La red es como una pócima de la verdad: publica algo falso en-línea y
eventualmente emergerá como una mentira. La tecnología digital está orientada
en contra de la ficción y hacia los hechos, en contra de las historias y a
favor de la realidad, esto quiere decir que la única opción para aquellos que
se comunican en este espacio es decir la verdad.
9-
Apertura: Comparte, no robes
Las
redes digitales están construidas con el propósito de compartir recursos. Por esta razón la tecnología digital está
orientada a favor de la apertura y del compartir. Pero como no estamos
acostumbrados a operar en un mundo con estas tendencias, con frecuencia
explotamos la apertura de los demás o terminamos siendo explotados nosotros
mismos. Al aprender la diferencia entre compartir y robar podemos promover la
apertura sin sucumbir al egoísmo.
10-
Propósito: Programa o sé programado
La
tecnología digital está programada. Esto la inclina hacia aquellos que tienen
la capacidad de escribir el código. En la era digital debemos aprender a hacer
el software o corremos el riesgo de convertirnos en él. No es demasiado difícil
o tarde aprender el código que está detrás de las cosas que usamos –o al menos
entender que existe código detrás de nuestras interfases. De otra manera
estamos a merced de aquellos que programan, de la gente que les paga o,
incluso, de la propia tecnología.
Adaptación del texto de Javier Barros del Villar, disponible en: