En el
post anterior hablamos del libro La
escuela feliz de Rosa Jové (2017) en donde se mencionan las bosque-escuelas como una nueva propuesta para promover la educación
centrada en la vida real, en contacto con la naturaleza y en la convivencia de
los actores en ambientes naturales impregnado de seres vivos. Desde esa perspectiva, presentamos algunas ideas sobre las características de la escuela
del bosque, una escuela infantil cuyo espacio principal es la naturaleza, donde
los recursos didácticos son las hojas, las ramas caídas, los insectos, los
frutos, las semillas, y en donde el curriculum se proyecta en la vida
silvestre.
Heike Freire, psicóloga y filósofa por la Universidad de París X y consultora del Gobierno
francés desde el Instituto de Educación Permanente de París, es autora del libro Educar en verde, en donde expresa
que los niños necesitan un poco de “salvajismo” diario, mancharse las manos con
barro o subirse a un árbol, y apela a los padres para que apoyen la tendencia
innata de sus hijos por lo natural, incluso al lado de casa: oír los pájaros,
ver las flores, investigar, observar. “Los niños y la naturaleza se necesitan
mutuamente”, asegura Freire.
Agrega que
los niños, como el resto de la sociedad, viven de espaldas a la naturaleza. “Les
hemos creado un mundo artificial, abstracto. En el colegio, las flores, los
animales, son de plástico. Para mí, educar en verde es recuperar la conexión
real con la naturaleza y asumir que la naturaleza también necesita a los niños.
Presentar como ejemplo de educación ambiental a niños frente al ordenador con
temas de naturaleza es equivocado”. Sostiene que “la tecnología sirve para
muchas cosas, pero no para acceder a lo esencial. Los niños necesitan contacto
directo, el olor de una flor, el tacto de una oveja, etc. Después pueden
utilizar Internet para ampliar la información o para conocer otros mundos. Pero
su primer contacto no puede ser mediante un ordenador”.
Claro
que no todas las escuelas tienen la posibilidad de estar en un bosque o área
natural o reserva ecológica, sobre todo en las grandes ciudades. Entonces
Freire señala: “En el colegio, en la familia y en la ciudad se pueden hacer
todos los días muchas pequeñas cosas para que los niños tengan ese contacto real
con las cosas. No es necesario ir a un gran espacio natural. Además, hoy en día
casi todo es ciudad. Por ello, como comenta una urbanista americana, tenemos
que reinyectar naturaleza en la ciudad. Cuando se les pregunta a los niños cómo
mejorarían su ciudad, piden espacios verdes”.
Merienda colectiva en un bosque |
Para
conocer una experiencia sobre esta propuesta, presentamos un artículo de una
familia viajera que visitó las escuelas situadas en los bosques de Friburgo,
Alemania, buscando conocer las Waldkindergartens, esas escuelas donde niñas y
niños de entre tres y seis años pasan cada día al aire libre, corriendo,
revolcándose, trepando a los árboles, jugando con las ramas y las hojas,
metiéndose en el barro hasta las rodillas, y descubriendo todas las
manifestaciones de vida por minúsculas que sean.
Las vivencias de esta familia podemos leerlas en: http://blog.reevo.org/columna/la-vida-en-las-escuelas-del-bosque/