28 julio 2008

Información en un clic











Grabado antiguo de la Biblioteca de Alejandría



Mientras leo una noticia periodística de estos días que informa que Google acaba de presentar su enciclopedia en línea llamada knol, no puedo dejar de mirar la colección de la Gran Enciclopedia Larousse que tengo frente a mí. Los 20 voluminosos y llamativos tomos colorados donde sobresalen las letras doradas, siguen siendo útiles para buscar datos de toda clase, anclados en un tiempo histórico-social y en una cultura que no sabe estar aislada y ajena a procesos políticos, económicos, laborales y tecnológicos que la transforman y la nutren constantemente.


La noticia de una nueva enciclopedia abierta y en línea –ya conocemos a la wikipedia- se enmarca, por un lado, en la vertiente democrática de Internet y por otro, en la generación de la web 2.0. caracterizada por la gestión colaborativa y social de conocimientos donde todas las personas pueden participar.


En estas wikis son los usuarios los que aportan datos y fuentes para referirse a lugares y países, inventos, disciplinas y ciencias, personajes conocidos en algún lugar del mundo y que trascendieron las fronteras de su comunidad, episodios y procesos históricos, objetos y productos de toda especie, artes y tendencias.


Así como celebramos esta forma de producción colectiva y anónima que se acrecienta día a día, publicada en distintos idiomas, también reconocemos las dudas y sombras que se abren respecto a la veracidad, confiabilidad y calidad de la información editada por los usuarios. Están en juego, nada menos, que distintas, múltiples y a veces irreconciliables perspectivas éticas, culturales, políticas, ideológicas y científicas que reflejan la difícil convivencia social en nuestro mundo.


Parece ser que la nueva enciclopedia knol pretende dar a sus páginas otra impronta y por eso cada artículo tendrá la firma de su autor y no podrá ser modificado por otro navegante, aunque sí será posible que se escriban nuevos puntos sobre el mismo tema ya sea para complementarlo, objetarlo o ampliarlo.


¿Cuál será el camino que seguirán estas producciones colectivas, gratuitas y en línea? ¿Sustituirán y reemplazarán paulatinamente a los diccionarios y enciclopedias en soporte impreso? ¿Los estudiantes se inclinarán por el efectivo y rápido clic? ¿Los estantes de la biblioteca hogareña quedarán despoblados y los viejos tomos serán más un elemento escenográfico que una fuente de consulta?

Mientras tanto resuenan estos versos de la “Oda al diccionario” del gran Pablo Neruda:

Lomo de buey, pesado
cargador, sistemático
libro espeso:
de joven
te ignore, me vistió
la suficiencia
y me creí repleto…

Diccionario, no eres
tumba, sepulcro, féretro,
túmulo, mausoleo,
sino preservación,
fuego escondido,
plantación de rubíes,
perpetuidad viviente
de la esencia,
granero del idioma...
Biblioteca Abadía de Strahov, Praga


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15 julio 2008

Ver y mirar en el mundo de las imágenes







Graffiti en el Forum de Barcelona

“La mitad de la belleza depende del paisaje, y la otra mitad de la persona que la mira”. Hermann Hesse


Las imágenes configuran un mundo que interpela intensamente a nuestra subjetividad, dotadas de una polisemia que da lugar a pluralidad de significados, interpretaciones y conjeturas. Desde ese lugar, el filósofo y escritor Règis Debray en su obra “Vida y muerte de la imagen. Historia de la mirada en Occidente”, expresa que “Una imagen es siempre y definitivamente enigmática, sin `buena lección` posible”. Y sostiene que no hay de un lado, la imagen inerte, única y estable y por otro, la mirada como un rayo de sol móvil que viene a animar la página de un libro abierto. “Mirar no es recibir sino ordenar lo visible, organizar la experiencia”.
Y así como Roger Chartier planteó que el sentido de un texto no está cristalizado en la obra sino que se construye cuando se produce el encuentro entre el texto y el lector que posee una identidad sociocultural, Debray afirma que “La imagen recibe su sentido de la mirada, como lo escrito de la lectura”.
Nuestra cultura, en diferentes momentos, ha generado y genera una eclosión de imágenes (cine, televisión, videoclips, graffitis, murales, collage, arte callejero, videojuegos, publicidad gráfica, internet) donde es posible distinguir diferentes “culturas de la mirada” que van de la mano de los cambios desarrollados en los formatos, soportes, materiales, y hasta en la sintaxis y la pragmática.
Las ciencias también contribuyeron para entender la actividad de nuestro cerebro en la creación y producción de imágenes. Diferentes investigaciones han destacado que los dos hemisferios de nuestro cerebro cumplen funciones opuestas y que ambos participan, con diferentes matices, en las actividades que hacemos aunque algunas funciones se encuentren más estimuladas que otras en la cultura y en la educación.
Mientras el hemisferio izquierdo despliega el pensamiento lógico, analítico, secuencial y lineal, a través del procesamiento de la información verbal, el hemisferio derecho se dedica al pensamiento analógico, espacial, creativo, abierto a la imaginación y la fantasía. Es el hemisferio derecho el que procesa la información visual, el que percibe objetos desde distintas perspectivas, integra partes y desarrolla formas no verbales de expresión. El mundo de las artes refleja el poder de esta actividad.



El grito, Edvard Munch
La fusión de ambas funciones cerebrales las podemos visualizar, por ejemplo, en la construcción de metáforas, concepto que Leonard Shlain, autor de “El Alfabeto contra la Diosa”, planteó con una fantástica frase: “Metáfora… la contribución única del hemisferio cerebral derecho a la capacidad lingüística del hemisferio cerebral izquierdo”.

Sabemos que la cultura occidental cimentó la alfabetización y la escolarización sobre la base de la hegemonía de la palabra escrita, del pensamiento lógico y lineal y de la abstracción -que se corresponden con las funciones básicas del hemisferio izquierdo- tal como lo atestiguan los libros impresos que fueron los vehículos privilegiados para la difusión del saber, la trasmisión de la cultura y la educación de las nuevas generaciones.
El pensador McLuhan fue quien lanzó la idea de la "aldea global" para dar cuenta de una nueva cultura donde la imagen, el sonido, la simultaneidad y lo global –funciones sustantivas del hemisferio derecho- pasarían a un primer plano, dejando relegados al lenguaje verbal y a las palabras.
Más tarde fue Giovanni Sartori (1998) quien nos habló del homo videns en una sociedad teledirigida donde las imágenes omnipresentes acentúan nuestra función de observadores y espectadores, siempre sorprendidos y deslumbrados ante su carga sensorial y emocional.

Hoy vivimos en un escenario de mediaciones visuales -paraíso, laberinto, jungla urbana, mural extendido-, y la educación parece implicarse poco en la comprensión y apropiación de esa cultura. ¿Qué caminos siguió la escuela para asimilar e integrar las imágenes al currículo? ¿Qué estrategias de formación docente hubo para apropiarse de los referentes audiovisuales que tanto influyen sobre las subjetividades y las relaciones con el mundo?

Después de leer lo que años atrás decía L. Vilches (“Teoría de la imagen. Pedagogía de la imagen”,1988): “Antes había mucha palabra y poca imagen… Trasladado al universo de la pedagogía: mucho decir y poco mostrar”, nos preguntamos si ha cambiado algo en las escuelas en cuanto a la creación, interpretación y resignificación de imágenes, si la escuela se involucró en otras formas de leer el mundo que se apartan de los códigos lingüísticos dotados de una sintaxis y una lógica consolidadas y establecidas.

La pedagogía de la imagen, la educación en y para los medios, la alfabetización audiovisual (Aparici, Tyner, Masterman), la recepción crítica y activa de los medios (Orozco, Fuenzalida, Hermosilla), los estudios de las mediaciones (Martín-Barbero), son algunas de las propuestas nacidas hace unas décadas con la intención de incluir los múltiples y ricos lenguajes audiovisuales en el desarrollo curricular para formar competencias de comunicación, favorecer la construcción de conocimientos y analizar y producción creativa de mensajes en alianza y complementariedad con los lenguajes verbales. No es un dato menor agregar que estas tendencias tuvieron una escasísima “recepción” en el interior de las instituciones educativas y en la formación docente, a pesar de la imparable industria de los medios que ha diversificado objetos tecnológicos que en forma inmediata se tornan objetos de alto consumo y de fuerte impacto social sobre todo en las nuevas generaciones.

Si sabemos el efecto motivador que tienen las imágenes en los estudiantes ¿por qué no recurrimos a ellas para problematizar la realidad, presentar un caso de estudio, enunciar hipótesis de trabajo o abrir un debate? ¿Qué “herramientas culturales de mediación” (James Wertsch, 1999) utilizamos para las interacciones sociocognitivas? La alianza de textos y de imágenes puede ser un favorable elemento didáctico para provocar la curiosidad semántica, el interés por descifrar e interpretar sentidos o hilvanar relatos y tramas singulares. Las imágenes son otras fuentes que posibilitan el diálogo y el intercambio entre profesores y estudiantes en un espacio de encuentro donde lo explícito y lo implícito, lo manifiesto y lo oculto de ellas, juegan un papel importante para nutrir la comunicación grupal.

Más allá del deslumbramiento inicial por los colores, efectos especiales, animaciones, ritmo y secuencia que tienen las imágenes, un camino sea reposar la mirada para ver más allá de las impresiones y emociones que despiertan, a través de un intercambio colectivo donde las miradas individuales se comparten, se entrecruzan y construyen un nuevo relato. Ese reposo reflexivo de la mirada que incluye la dimensión ética, supone ubicar las imágenes en el contexto sociocultural de la realidad para darles un sentido vinculante con la vida de otros.

04 julio 2008

Cartas van, m@ils vienen


Carta Miguel Hernández (fragmento)

Allá va mi carta cálida,
paloma forjada al fuego,
con las dos alas plegadas
y la dirección en medio.

Ayer se quedó una carta
abandonada y sin dueño,
volando sobre los ojos
de alguien que perdió su cuerpo.

La carta, Pedro Lira
Leo una interesante y buena noticia en un diario argentino del 29.06.08 cuyo título dice:
“Experiencia en la escuela porteña ´William Morris´ de Villa Soldati. Restauran un buzón para enseñar a reclamar los derechos por escrito”.

¿Qué es lo interesante y alentador de esta noticia? En una época de alto impacto de las tecnologías digitales para la comunicación en la que el correo electrónico concentra tantos usuarios y ventajas relativas, es llamativo que una comunidad concreta reivindique un simpático artefacto que fue representativo para las comunicaciones y los lazos sociales de otros tiempos y que hoy ha caído en desuso: el buzón. Aunque el dispositivo tradicionalmente cilíndrico de color rojo con una boca siempre sonriente, ocupa un lugar real en ciertas esquinas de la ciudad, el mayor interés no recae en el artefacto en sí mismo sino en los significados y valores implicados en él: la expresión de sentimientos, expectativas, pensamientos y deseos, la escritura –manuscrita o mecánica-, el uso del papel, del sobre y de las estampillas y sellos, el acceso a una oficina postal o al buzón, el trabajo del cartero, entre otros.

Volviendo a la noticia leemos que padres, maestras y chicos se movilizaron para pedir la restitución del buzón rojo estilo inglés que estaba en desuso en una esquina del barrio porteño de Villa Soldati. Esta gestión se encuadró en un marco educativo tal como lo señalaron la directora de la escuela primaria: “Intentamos enseñar a los chicos a reclamar por sus derechos, a valorar los patrimonios históricos del barrio y a respetar y compartir con sus compañeros" y la directora del Jardín Integrado: "El buzón es simbólico, es un patrimonio histórico".

En una sociedad donde aún conviven tímidamente cartas tradicionales y mensajes de correo electrónico, resulta auspicioso que los chicos -nativos digitales- puedan utilizar ese medio tan entrañable para el barrio mientras desarrollan competencias vinculadas con la lectura y producción de textos escritos y, a la vez, ejercitan sus derechos ciudadanos, buscando diferentes canales para los reclamos institucionales y para la comunicación social.

El mundo de las cartas parece estar en declinación y cede su espacio ante las ventajas del correo electrónico: rapidez, inmediatez, disponibilidad durante las 24 horas del día y capacidad para adjuntar diferente tipo de información. Quedan en el camino ciertos ritos de la práctica de escribir cartas a mano: el estilo de su autor, sus pausas, su ritmo, y hasta su caligrafía.
Muchos guardan recuerdos y experiencias imborrables en donde la carta postal jugó un papel destacado en algún momento de su vida. ¿Quién puede olvidar esas cartas sorpresa o las ansiosamente esperadas llegadas de lugares cercanos o remotos que traían noticias de amigos, de familiares, de viajes, de trabajo o de estudio?

La popularidad y hegemonía que hoy tiene el correo electrónico para comunicar y compartir información, ideas y sentimientos, no lo exime de algunas situaciones que podría generar. Una de ellas es que la historia podría sufrir una pérdida de esos testimonios escritos que son las cartas, a través de las cuales los historiadores han podido interpretar procesos socioculturales y resignificar los relatos. ¿Qué dispositivos existen actualmente para guardar los mails con identidades claramente definidas y conservar esos archivos en forma estable?

¿Nuestra historia hubiera podido interpretar sucesos y episodios que quedaron expuestos en cartas escritas y firmadas por Mariano Moreno, Manuel Belgrano, José de San Martín y tantos otros personajes de tiempos pasados?
Sin las cartas escritas a mano, firmadas por sus protagonistas: ¿Hubiéramos conocido las cartas de amor de Napoleón Bonaparte a Josefina, de Henry Miller a Anaïs Nin, de Pablo Neruda a Matilde Urrutia y de Franz Kafka a Milena?
¿Hubiéramos conocido algo más del vínculo entre Paul Gauguin y Vicent Van Gogh, entre Federico García Lorca y Salvador Dalí, y entre Simone de Beauvoir y Jean Paul Sartre?

Cartas van, m@ils vienen: más allá del formato, lo significativo está en la expresión de la subjetividad en un tiempo y una cultura determinada.