08 febrero 2009

Juegos de ayer y de hoy

Si hoy nos asomamos a espacios donde juegan chicos y chicas es posible que nos encontremos con escenas como las siguientes:









Pienso: ¿Qué factores influyen para que ciertos juegos de ayer tengan plena convocatoria y vigencia hoy, mientras que otros se han perdido?


















¿La escuela favorece algún tipo de juego en particular en las aulas y en el patio?

¿Promueve juegos donde puedan participar niñas y niños por igual?


¿Cuánto influyen los espacios geográficos y los contextos socio-culturales y económicos en la elección de los juegos?


Sin lugar a dudas, el espacio geográfico y social donde pasamos nuestra niñez deja huellas imborrables sobre formas particulares de entretenimiento y de ocio. Aquellos chicos que viven en pueblos, zonas rurales o pequeñas ciudades pueden disfrutar de juegos en ambientes abiertos y sin barreras como plazas, parques, calles tranquilas con escaso tránsito. Es allí donde aún vemos remontar barriletes, jugar a la mancha, a la soga, a las bolitas o canicas, hacer arcos y flechas con materiales naturales, armar autos de carreras, jugar al futbol, treparse a los árboles, armar carpas y salir a pescar a los arroyos.


Los chicos que viven en los abigarrados espacios urbanos, por el contrario, se encuentra limitados para realizar esas actividades al aire libre y en consecuencia destinan más tiempo a juegos sedentarios como los de la computadora, los videojuegos y los juegos de mesa.













¿De qué manera los adultos, los medios de comunicación, la industria del entretenimiento y la sociedad toda, inciden en los tipos de juego que hoy se desean y resultan más populares?


¿Los textos escolares reproducen y refieren a juegos de otras épocas? ¿De qué manera lo hacen?


Las ciudades y metrópolis crecen de manera incesante al mismo tiempo que aumenta la cantidad de automóviles en sus calles y avenidas; así resulta preocupante la escasez de espacios abiertos donde los chicos puedan jugar, moverse con libertad y desarrollarse y crecer con plenitud.

Para contribuir a ese logro la escuela debería salir de sus muros y variar sus proyectos y estrategias para que ellos tengan la oportunidad de jugar en ambientes abiertos y verdes y de ese modo puedan mirar, conectarse y disfrutar de la naturaleza y de los paisajes, sentir curiosidad ante sus enigmas, imaginar situaciones y por qué no, reinventar juegos.


Con esas condiciones quizás sea posible redescubrir escenarios mágicos como los que despliega Fernán Silva Valdes en estos versos:

A la Mancha

Por allá a la tardecita
dentro del espacio azul
están jugando a la mancha
diez mil bichitos de luz.

Como va siendo de noche
todos llevan un farol
que apagan, para esconderse
como diciendo ¡ a mí no !
Que encienden para mostrarse
como gritando ¡ aquí estoy !

Por allá a la tardecita
dentro del espacio azul
están jugando a la mancha
diez mil bichitos de luz.


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