03 octubre 2009

Aprender de la naturaleza...

Uno de los beneficios más gratificantes de la temporada primaveral es retomar el contacto con la naturaleza y detenernos en sus maravillas que se empecinan en desplegarse cíclicamente para hacernos sentir parte de este universo tan lleno de misterios, sentidos como de incertidumbres.

¿Qué podemos aprender de la naturaleza? ¿Cuáles son las fuentes del mundo natural que nos ofrecen variedad de lecturas, de códigos y de reflexiones que pueden acrecentar nuestra visión sobre el mundo y potenciar el significado de la realidad que construimos?

Una mirada sobre esta vertiente la despliega el gran Pablo Neruda en la poesía “Tenca” en la que, al evocar a esa ave tan común de los campos y laderas del suelo chileno, expresa su deseo de aprender de su sabiduría.

Voló la tenca cola larga
vestida como una tijera:
se paró en un hilo, escuchó
la voz profunda del telégrafo,
el pulso azul del alambre:
oyó palabras, besos, números,
rápidos pétalos del alma,
sólo entonces lanzó su trino,
soltó un estero transparente
y desgranó su desvarío.
Tenca, no aprendí tu lección
de vuelo y canto y pensamiento:
todo lo aprendí del humo,
de la humedad, del silencio:
no supe bailar y volar
sobre la hermosura del peumo,
sumergir el alma en los boldos,
transcurrir silbando en el viento:
no supe tu sabiduría,
la velocidad de tu trino,
la república de tu canto.
Juro aprender cuanto profesas:
saber cruzar como una flecha,
estudiar las secretas sílabas
del aire libre y de las hojas,
cantar con el agua y la tierra
y establecer en el silencio
una cátedra cristalina.
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