23 octubre 2009

¿Y si hacemos silencio?


En esta sociedad contemporánea tan frenética por sus movimientos acelerados y sus requerimientos de diversa índole y tan compleja por la multiplicidad de facetas y dimensiones que muestra y que interpretamos, el silencio parece ser cosa del pasado o de comunidades aisladas ex profeso.
¿Cuál es nuestra relación con el silencio? ¿Nos asusta el silencio y rehuimos de él? ¿O lo buscamos para escucharnos, escuchar a los otros y ver la realidad? ¿Lo cultivamos como una herramienta que abre la mente y la explaya a nuevos territorios? ¿Qué espacio le dejamos al silencio en el diálogo?

El poeta Hamlet Lima Quintana deja la hondura de su pensamiento en "Elogio del silencio":

A veces el silencio es la palabra justa,
la que enciende las luces,
la que mejor se escucha, la que place
o se sufre cargada de milenios, la que otorga hermosura,
la flor del pensamiento.
En ese momento de la clara armonía,
de la mejor tristeza, de la entera alegría.
Es el gran fundamento que ronda a la grandeza:
tu palabra y la mía, habitan el silencio.
Por eso la palabra debe ser pronunciada,
como una ceremonia con aire de campanas,
una fiesta del alma, farol del pensamiento,
porque fue generada por el mejor silencio.

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03 octubre 2009

Aprender de la naturaleza...

Uno de los beneficios más gratificantes de la temporada primaveral es retomar el contacto con la naturaleza y detenernos en sus maravillas que se empecinan en desplegarse cíclicamente para hacernos sentir parte de este universo tan lleno de misterios, sentidos como de incertidumbres.

¿Qué podemos aprender de la naturaleza? ¿Cuáles son las fuentes del mundo natural que nos ofrecen variedad de lecturas, de códigos y de reflexiones que pueden acrecentar nuestra visión sobre el mundo y potenciar el significado de la realidad que construimos?

Una mirada sobre esta vertiente la despliega el gran Pablo Neruda en la poesía “Tenca” en la que, al evocar a esa ave tan común de los campos y laderas del suelo chileno, expresa su deseo de aprender de su sabiduría.

Voló la tenca cola larga
vestida como una tijera:
se paró en un hilo, escuchó
la voz profunda del telégrafo,
el pulso azul del alambre:
oyó palabras, besos, números,
rápidos pétalos del alma,
sólo entonces lanzó su trino,
soltó un estero transparente
y desgranó su desvarío.
Tenca, no aprendí tu lección
de vuelo y canto y pensamiento:
todo lo aprendí del humo,
de la humedad, del silencio:
no supe bailar y volar
sobre la hermosura del peumo,
sumergir el alma en los boldos,
transcurrir silbando en el viento:
no supe tu sabiduría,
la velocidad de tu trino,
la república de tu canto.
Juro aprender cuanto profesas:
saber cruzar como una flecha,
estudiar las secretas sílabas
del aire libre y de las hojas,
cantar con el agua y la tierra
y establecer en el silencio
una cátedra cristalina.
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