Hablamos hace una semana de la tendencia mundial a sustentar el enfoque del aprendizaje de competencias o formación por competencias y reflexionamos sobre los riesgos y debilidades de encarar una educación que puede resultar reduccionista, sesgada y fragmentada al proponer una formación en tareas menores y aisladas que omite o subestima el análisis del contexto real que, por cierto, es complejo, dinámico y lleno de situaciones de incertidumbre.
¿Cuáles son esos riesgos o sesgos de la formación por competencias?
Algunos de ellos:
- Énfasis en el resultado y en el rendimiento, omitiendo valores, actitudes, pensamiento reflexivo, entre otros.
- Hegemonía de un tipo de competencias, lo que restringe y parcializa el desempeño y la actuación de los sujetos en la realidad.
- Tendencia a configurar competencias individuales en desmedro de aspectos grupales, de socialización, colaboración y cooperación.
- Confusión conceptual entre educación, capacitación y experiencia laboral.
- Dependencia a la lógica del mercado que dicta modelos reduccionistas y perentorios.
Entendemos que una formación integral, multidimensional, flexible, abierta a la realidad y a las necesidades de los sujetos y la sociedad, es el camino para favorecer el desarrollo personal y social sin reduccionismos ni condicionamientos.
Coincidimos con Monereo y Pozo (2007) cuando sostienen que es necesario formar en cuatro grandes tipos de competencias:
* para aprender y gestionar el conocimiento,
* para la formación profesional y laboral,
* para la convivencia y las relaciones personales, y
* para la autoestima y el desarrollo personal.
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