El 26 de agosto se cumple el centenario del nacimiento de Julio Cortázar y es inevitable evocar sus obras llenas
de imaginación, fantasías, símbolos, personajes y lugares del mundo recreados por
su inspiración y talento literario.
Entre sus libros recordamos a Rayuela, una novela (algunos la llaman anti-novela o contra-novela) que, cuando fue
publicada en 1963, sorprendió por su estructura original y abierta que propone
distintos recorridos de lectura, invitándonos al juego de saltar de un capítulo
a otro y anticipándose a la idea del hipertexto
digital que nos permite elegir y leer
nodos o bloques de información en la red Internet, según nuestros propios intereses
y necesidades.
Sobre esta propuesta literaria y lúdica, el propio Cortázar
dijo:
Este libro es una
tentativa para ir hasta el fondo de un largo camino de negación de la realidad
cotidiana y de admisión de otras posibles realidades, de otras posibles
aperturas.
Bueno, y para mi gran
sorpresa, y mi gran maravilla, yo pensé, cuando terminé Rayuela, que había
escrito un libro de un hombre de mi edad para lectores de mi edad. La gran
maravilla fue que ese libro cuando se publicó en la Argentina y se conoció en
toda América Latina, encontró sus lectores en los jóvenes, en quienes yo no había
pensado directamente jamás al escribir ese libro.
Entonces, la gran
maravilla para un escritor es haber escrito un libro pensando que hacía una
cosa que correspondía a su edad, a su tiempo, a su clima, y de golpe descubrir
que en realidad planteó problemas que son los problemas de la generación
siguiente. Me parece una recompensa maravillosa y sigue siendo para mí la
justificación del libro...”
(Fuente: “Rayuela: la invención desaforada”, entrevista
realizada por Omar Prego Gadea; La fascinación de las palabras, Buenos Aires,
Alfaguara, 1997)