Educación expandida es un concepto que circula en el campo de la educación desde hace tiempo y que hoy se ve potenciado por el uso de las tecnologías de la información y de la comunicación (TIC) que favorecen el desarrollo de aprendizajes de distinto tipo y a través de diversidad de fuentes, formatos y lenguajes, a lo largo de la vida. Un concepto que también se sostiene y consolida por el indiscutible impacto que tienen hoy los aprendizajes no formales e informales que ocurren en otros espacios socio-culturales, los cuales se suman a los aprendizajes formales ofrecidos por la institución y el sistema educativo. Nuestras preguntas: ¿Se trata de expansión de la institución escolar o de apertura hacia otros espacios no tradicionales que van ganando terreno? ¿Se trata de abrir puertas y ventanas de la escuela para incorporar innovaciones? ¿Qué tan difícil es que la institución educativa se libere de sus tradiciones cristalizadas y se re-piense y re-organice para estar a tono con los rasgos y necesidades de la sociedad contemporánea?
Leemos en el blog de Carlos Magro un buen artículo titulado La vida no está organizada en disciplinas, en donde interpela y analiza la estructura de la educación escolarizada y los desafíos que supone adaptar la institución educativa, la organización curricular, la relación docente-estudiantes y las formas de acceder al conocimiento, a las demandas y necesidades de formación en una sociedad que vive conectada con las tecnologías digitales.
Leemos en el blog de Carlos Magro un buen artículo titulado La vida no está organizada en disciplinas, en donde interpela y analiza la estructura de la educación escolarizada y los desafíos que supone adaptar la institución educativa, la organización curricular, la relación docente-estudiantes y las formas de acceder al conocimiento, a las demandas y necesidades de formación en una sociedad que vive conectada con las tecnologías digitales.
Magro sostiene: En las últimas décadas, la escuela no ha hecho más que expandirse. Hemos creído que responder a las demandas de la sociedad consistía en introducir más contenidos, prolongar las jornadas escolares, alargar los tiempos de escolarización. Hemos visto cómo un conjunto significativo de asuntos relacionados tradicionalmente con la acción de Estado (el desempleo, la salud,…) o con otras estructuras sociales como la familia han sido considerados como problemas de aprendizaje y por tanto incorporados a la escuela, normalmente en forma de asignaturas y contenidos. Hemos creído que aprender era progresar dentro de un curriculum determinado, durante un período de tiempo establecido y un solo lugar, equiparando así, casi sin cuestionamiento, aprendizaje con educación y educación con escolarización. Y hemos creído que la calidad de este sistema pasaba por aumentar el control sobre las escuelas y los maestros, homogeneizar los curriculum y estandarizar los aprendizajes. El resultado ha sido una escuela hiperregulada, presionada, sobrecargada, sobrerresponsabilizada y altamente desmotivada.
Parece mejor idea, sin duda,
abrir ventanas y puertas y sustituir las rígidas paredes que delimitan las
aulas o los centros escolares por membranas móviles y porosas (muy en la línea
de las Open Schools de los años 60).
No se trata, como sostiene
César Coll, “de cargar la educación formal con una nueva responsabilidad, sino
de ubicar su acción en el marco más amplio de las trayectorias individuales
de aprendizaje de los alumnos, es decir, de tomar estas trayectorias como punto
de partida y como objeto de la acción educativa.” Necesitamos ampliar el
sistema educativo, hacerlo más poroso, más sensible. No podemos seguir
asumiendo que lo que ocurre dentro y fuera del aula sean dos entornos
diferentes, separados y aislados entre sí. Necesitamos más educación, pero una
educación expandida y abierta.
Necesitamos una escuela sin
tabiques. Una educación que “no fabrique fronteras estrictas entre el dentro y
el afuera, entre lo formal y lo informal o entre los expertos acreditados y los
expertos en experiencia” (Antonio Lafuente y Tíscar Lara). Necesitamos asumir
“la ubicuidad del aprendizaje y la falta de demarcación nítida entre los
diferentes espacios físicos e institucionales en los que tiene lugar el
aprendizaje” (César Coll). Aceptar que el aprendizaje no tiene costuras
(seamless learning), que las personas experimentamos una continuidad en nuestro
aprendizaje al margen de los lugares, situaciones, tiempos y contextos
institucionales en los que aprendemos. Necesitamos aceptar que el aprendizaje
se produce, y se producirá cada vez más, a lo largo y a lo ancho de la vida.
No nos sobra educación y no nos
sobran escuelas. Necesitamos más educación y más escuela pero desde la comprensión de que no es lo
mismo educación que escolarización, como no es lo mismo aprendizaje que
educación. Reconociendo que hay mucho aprendizaje y educación fuera de la
escuela. Como también hay mucha vida dentro de la escuela. Necesitamos nuevos
“espacios donde abrir preguntas que realmente importen y compartir saberes que
verdaderamente nos afecten” (Marina Garcés). Tampoco nos sobran maestros (al
contrario) sino que nos faltan muchos actores (Lafuente y Lara). Necesitamos
una educación expandida.
La educación expandida “es expectorante y está conformada por todas
esas actividades que tratan de aprovechar los recursos del entorno para hacer
la educación más divertida, más artesanal, más abierta, más informal y más
participativa” (Antonio Lafuente y Tíscar Lara). “Educación expandida, es, por
tanto, educación abierta y educación colaborativa.” (Marina Garcés)
Fragmentos de La vida no está organizada en disciplinas, por Carlos Magro. Disponible en: