Seguramente
cuando comenzó la revolución de Internet que arrastró la creación de diversos dispositivos que nos conectan, sentimos que estábamos frente a una oportunidad fenomenal de acceder a la información y la comunicación, lo que nos llevó a valorar la red de redes como herramienta que conecta a todo el
mundo de modo gratuito, libre, sin restricciones. Más tarde, veíamos con satisfacción que la participación de los usuarios se amplió cuantitativa y cualitativamente: de simples consumidores a productores y co-productores de contenidos de todo tipo. Así, el derecho a la
expresión se constituyó en uno de los fundamentos de la cultura digital, sin
patriarcas ni autoritarismos.
Pero subyacen en ella otras amenazas que vienen
de la mano de la industria del hardware y software sobre las cuales es
necesario pensar y debatir para ver sus dimensiones éticas y sus implicancias
psicosociales. Es momento para reflexionar sobre comportamientos visibles e
invisibles que pueden estar asociados al uso frecuente de las redes sociales y
a las condiciones que imponen las empresas involucradas sin que nosotros podamos dilucidar.
Tristan
Harris, un ex ejecutivo del mundo informático que conoce las empresas de tecnología desde
adentro, hoy es líder de un movimiento enmarcado en la expansión de las
tecnologías y co-fundador de la Center for Humane Technology –Centro para la Tecnología
Humana–, cuya misión es poner la tecnología al servicio de la
humanidad, y advertir a la gente y a las mismas compañías de tecnología que sus
productos tienen efectos que fomentan conductas adictivas o poco conducentes a
la felicidad, la tranquilidad, la sabiduría… Harris considera que Facebook, Instagram,
Twitter y el resto de plataformas sociales están diseñadas para persuadir al
usuario hacia sus propios objetivos en lugar de intentar que el mundo sea un
lugar mejor y las personas se acerquen a sus objetivos vitales. Este especialista, que estudió ciencias informáticas en Stanford, busca proteger a las personas de la
manipulación de los programas que se diseñaron en el marco de principios
de la psicología conductual, para crear comportamientos favorables para las
empresas.
Un
artículo que se explaya en la posición de Tristan Harris y de otros referentes sobre
esta cuestión, puede leerse en: