22 abril 2019

El valor del libro según Hermann Hess

En este espacio más de una vez nos preguntamos por el lugar y vigencia del libro, en su formato impreso, en pleno auge de la cultura digital que desplazó la lectura hacia las múltiples pantallas. 

En este tiempo de transiciones y reconfiguraciones de representaciones, pensamientos y prácticas culturales, quiero compartir un escrito de Hermann Hess (1877-1962), ganador del Premio Nobel de Literatura año 1946, que remite al valor del libro y que hoy nos inspira a repensar en ese bien cultural que tanto ha contribuido a la democratización de la educación y el acceso al conocimiento. Sin olvidar que este ensayo fue escrito en tiempos de la cultura impresa, ajena al fenómeno explosivo del mundo Internet que surgió a fines del siglo XX, encontramos que Hess estaba convencido de que el efecto de los libros era algo misterioso. 
Hoy, desde las aulas, retomamos el debate sobre cómo podemos promover el interés y la pasión por la lectura para descubrir diversidad y multiplicidad de mundos y personajes.

“Es muy habitual entre nosotros considerar cada trozo de papel impreso como un valor, y que todo lo impreso es fruto de un trabajo intelectual y merece respeto.

De vez en cuando se puede encontrar uno junto al mar o en las montañas a alguna persona aislada cuya vida no ha sido alcanzada todavía por la marea del papel y para la que un calendario, un folleto o incluso un periódico son bienes valiosos y dignos de ser conservados. Estamos acostumbrados a recibir en casa gratuitamente grandes cantidades de papel, y el chino que piensa que todo papel escrito o impreso es sagrado nos hace sonreír.

A pesar de todo se ha conservado el respeto al libro. Aunque últimamente se distribuyen gratuitamente y empiezan a convertirse aquí y allá en material de saldo. Por lo demás, parece que precisamente en Alemania, está creciendo el afán de poseer libros.

Claro que todavía no se sabe lo que significa realmente poseer libros. Muchos se niegan a gastar en libros ni la décima parte de lo que dedican a cerveza y otras banalidades. Para otros, más anticuados, el libro es algo sagrado que acumula polvo en la sala de estar sobre un mantelito de terciopelo.

En el fondo, todo lector auténtico es también amigo de los libros. Porque el que sabe acoger y amar un libro con el corazón, quiere que sea suyo a ser posible, quiere volver a leerlo, poseerlo y saber que siempre está cerca y a su alcance. Tomar un libro prestado, leerlo y devolverlo, es una cosa sencilla; en general lo que se ha leído así se olvida tan pronto como el libro desaparece de casa. Hay lectores, especialmente las mujeres desocupadas, que son capaces de devorar un libro cada día, y para éstos la biblioteca pública es al fin la fuente adecuada, ya que de todos modos no quieren coleccionar tesoros, hacer amigos y enriquecer su vida, sino satisfacer un capricho. A esa especie de lectores que Gottfried Keller supo retratar tan bien en una ocasión, hay que dejarla con su vicio. Para el buen lector, leer un libro significa aprender a conocer la manera de ser y pensar de una persona extraña, tratar de comprenderla y quizá ganarla como amigo. Cuando leemos a los poetas, no conocemos solamente un pequeño círculo de personas y hechos, sino sobre todo al escritor, su manera de vivir y ver, su temperamento, su aspecto interior, finalmente su caligrafía, sus recursos artísticos, el ritmo de sus pensamientos y de su lenguaje. El que quedó cautivado un día por un libro, el que empieza a conocer y entender al autor, el que logró establecer una relación con él, para ése empieza a surtir verdaderamente efecto el libro.

Por eso no se desprenderá de él, no lo olvidará, sino que lo conservará, es decir, lo comprará, para leer y vivir en sus páginas cuando lo desee. El que compra así, el que siempre adquiere únicamente aquellos libros que le han llegado al corazón por su tono y por su espíritu, dejará pronto de devorar lectura a ciegas, y con el tiempo reunirá a su alrededor un círculo de obras queridas, valiosas en el que hallará alegría y sabiduría, y que siempre será más valioso que una lectura desordenada, causal, de todo lo que cae en sus manos.

No existen los mil o cien “mejores libros”; para cada individuo existe una selección especial de los que le son afines y comprensibles, queridos y valiosos. Por eso no se puede crear una biblioteca por encargo, cada uno tiene que seguir sus necesidades y su amor, y adquirir lentamente una colección de libros como adquiere a sus amigos. Entonces una pequeña colección puede significar un mundo para él. Los mejores lectores han sido siempre precisamente los que limitaban sus necesidades a muy pocos libros, y más de una campesina que solamente conoce la Biblia ha sacado de ella más sabiduría, consuelo y alegría que los que logre extraer jamás cualquier rico mimado de su valiosa biblioteca.

El efecto de los libros es algo misterioso. Todos los padres y educadores han hecho la experiencia de creer que le daban a un niño o a un adolescente un excelente libro y escogido en el momento adecuado y luego veían que había sido un error. Cada cual, joven o viejo, tiene que encontrar su propio camino hacia el mundo de los libros, aunque el consejo y la amable tutela de los amigos puede ayudar mucho. Algunos se sienten pronto a gusto entre los escritores y otros necesitan largos años hasta comprender lo dulce y maravilloso que es leer. Se puede comenzar con Homero y acabar con Dostoievski o al revés, se puede ir creciendo con los poetas y pasar al final con los filósofos o al revés; hay cien caminos. Pero sólo existe una ley y un camino para cultivarse y crecer intelectualmente con los libros, y es el respeto a lo que se está leyendo, la paciencia de querer comprender, la humildad de tolerar, escuchar. El que solamente lee como pasatiempo, por mucho y bueno que sea lo que lea, leerá y olvidará y luego será tan pobre como antes. Pero al que lee como se escucha a los amigos, los libros le revelarán sus riquezas y serán suyos. Lo que lea no resbalará, ni se perderá, sino que se quedará con él y le pertenecerá y consolará, como sólo los amigos son capaces de hacerlo”.

Fuente: Hermann Hesse, “Escritos sobre literatura”, Alianza Editorial, Madrid, 1983.


12 abril 2019

Hacia un lenguaje inclusivo e incluyente


La perspectiva de género, la igualdad entre varones y mujeres, el lenguaje inclusivo, la educación sexual integral, son algunos de los grandes temas que atraviesan los debates de la sociedad contemporánea, suscitando acaloradas discusiones en foros políticos, gubernamentales, de instituciones y grupos, dando lugar a un cambio cultural que nos interpela y nos plantea la construcción o reconfiguración de una conciencia social que propone una comprensión de la realidad en su diversidad y en la inclusión de todos/as sus actores con igualdad de derechos y obligaciones. Una nueva perspectiva que contribuya a una mejor relación e interacción entre las personas sin discriminaciones en su género, identidad sexual ni en los roles sociales que desempeñan en cualquier ámbito de la realidad.

En esa línea queremos compartir una mirada amplia y específica que se plasma en el Manual de comunicación no sexista. Hacia un lenguaje incluyente, de Claudia Guichard Bello, editora, docente y feminista, egresada de la Licenciatura en Lingüística y Literatura Hispánica por la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla.

En la presentación del libro, leemos aproximaciones a la perspectiva desde la cual se desarrolla el tema de enorme actualidad para nuestra vida socio-cultural:

El lenguaje expresa una compleja trama de dimensiones humanas que van desde lo cotidiano y práctico hasta lo simbólico; abarca sentimientos, mandatos, experiencias, circunstancias históricas y situaciones actuales. En el lenguaje también se manifiestan las asimetrías, las desigualdades y las brechas entre los sexos. Esto es así porque el lenguaje forma un conjunto de construcciones abstractas en las cuales inciden juicios, valores y prejuicios que se aprenden y se enseñan, que conforman maneras de pensar y de percibir la realidad.

El uso del idioma es un reflejo de las sociedades; transmite ideología, modos y costumbres, valores. En las sociedades patriarcales, el lenguaje está plagado de androcentrismo que se manifiesta en el uso del masculino como genérico, lo que produce un conocimiento sesgado de la realidad, coadyuvando a la invisibilidad y la exclusión de las mujeres en todos los ámbitos. El sexismo se observa en el uso diferenciado en los tratamientos, en los usos de cortesía, en la enorme cantidad de formas peyorativas que existen para nombrar a las mujeres, en las designaciones asimétricas, los vacíos léxicos, las figuras retóricas, el orden de aparición de las palabras y en la referencia a las mujeres como categoría aparte, subordinada o dependiente en las ciencias, la historia y las artes, en las leyes y las religiones; en lo privado y lo público.         

El libro completo se puede descargar y leer en:

Otro libro vinculado con esta problemática es el Manual de estilo para el tratamiento de la violencia machista y el lenguaje inclusivo en los medios de comunicación, de Remei Castelló Belda y Anna Gimeno Berbegal. Una obra que se realizó en cumplimiento del Pacte Valencià contra la Violència de Gènere i Masclista (2017) que busca romper los muros que invisibilizan la violencia de género y machista y socializarlo como un conflicto político y social.


03 abril 2019

Lenguaje inclusivo: ¿fenómeno político-social o lingüístico?


Días después del  VIII Congreso Internacional de la Lengua Española (CILE), que tuvo lugar en Córdoba (Argentina) del 27 al 30 de marzo de 2019, cuyo lema fue “América y el futuro del español. Cultura y educación, tecnología y emprendimiento”, seguimos hablando de las transformaciones de la lengua y del lenguaje frente a tantos cambios sociales, culturales y tecnológicos.
Es sabido que el lenguaje que usamos es dinámico y que se va construyendo y ampliando a través del tiempo y de las necesidades y cambios que ocurren en la sociedad. Por ejemplo, desde la irrupción de las TIC e Internet hemos incorporado muchas palabras que dan cuenta del mundo digital y que han sido admitidas por la Real Academia Española (RAE): web, wifi, blog, hacker, tuitear, chatear, postear…

También es cierto que el lenguaje es una herramienta que le da forma a nuestros pensamientos y que la manera en que nos expresamos tiene una influencia definitiva sobre nuestra subjetividad y nuestras acciones. Hoy el debate se teje alrededor del lenguaje inclusivo o no sexista y en esa trama, que genera cierta incomodidad, sobrevuelan interrogantes como: ¿El lenguaje inclusivo es un fenómeno meramente lingüístico y, o, es un fenómeno claramente político y social? ¿Se usa y difunde con más fuerza en los grupos adolescentes y juveniles de pertenencia urbana? ¿Quiénes son los partidarios y los detractores del uso del lenguaje inclusivo y cuáles son los argumentos esgrimidos por ambos grupos? 


Según Daniel Carreño León, en un artículo publicado en el diario El Espectador (14 de enero 2019), el idioma español perpetúa una inequidad histórica que desde siempre ha dejado a mujeres en una posición inferior a la de los hombres por el hecho de emplear lo que se conoce como un masculino genérico. Aunque pueda sobrar la explicación, esto significa que a grupos compuestos por ambos, mujeres y hombres, se les refiere con pronombres y adjetivos masculinos, razón por la cual decimos que un avión va lleno de pasajeros, así también viajen en éste muchas mujeres.

Una de las tempranas alternativas que se idearon para esquivar esta ‘masculinización’ fue la de utilizar el símbolo arroba (@) para reemplazar las terminaciones en ‘o’ y ‘a’ —dado que éste visualmente parece una combinación de las dos letras—, así resultando en usos como “hola a tod@s” o “bienvenid@s”. Obviando el problema de legibilidad que esto implica, sus mayores obstáculos son que es inaplicable para sustantivos que no terminan en estas letras y que de todos modos no existe una forma viable de pronunciarlo…

Luego se pasó a la opción del uso simultáneo de la “o” y la “a”, por ejemplo “todos y todas”, “ciudadanos y ciudadanas” pero esa alternativa resultó insuficiente “ya que se limita a un sistema binario que solo entiende dos géneros y por ende discrimina a miembros de la sociedad que no se identifican con el masculino ni con el femenino”… Es así que se llegó a la solución más aceptada: la letra ‘e’. Este modelo es el más comprensivo y bien estructurado, proponiendo el reemplazo de las letras ‘a’ y ‘o’ por la ‘e’, y la adición de pronombres o adjetivos que la empleen a sustantivos que no cambian: “ustedes son les más grandes y buenes”, para dar un ejemplo (Carreño León, 2019).

Presentado este escueto resumen sobre las alternativas que fueron surgiendo en el movimiento del lenguaje inclusivo, nos preguntamos: ¿El uso de un lenguaje inclusivo, no sexista, soluciona de algún modo el problema de vivir en una cultura y sociedad de amplia impronta machista y discriminatoria? ¿Cómo hablar e interactuar en el ámbito de las instituciones educativas?

Quienes nos ocupamos y preocupamos por la educación estamos convencidos de que el cambio cultural se construye con una educación que nace en el seno de la familia y que se prolonga y extiende en la escuela alrededor de valores como la conciencia social, la tolerancia, el respeto y la igualdad, rechazando las discriminaciones, desigualdades y hegemonías.

Referencias y otras fuentes de consulta: