Una
primera pregunta que les propongo es: ¿Los procesos educativos de nuestro
tiempo se fundan en respuestas que trasmiten y reproducen contenidos, o se
desarrollan a partir de preguntas e interrogantes que estimulan la curiosidad cognitiva para conocer y comprender la realidad?
Recordando
la influencia de la mayéutica, el método filosófico propuesto por Sócrates que
coloca al diálogo como un camino para llegar al conocimiento, queremos recuperar
el lugar y sentido de las preguntas como elemento sustantivo que estructura y
organiza el acto pedagógico que posibilita acceder al saber.
De
acuerdo con Heidegger, toda pregunta es un buscar. Para Gadamer (1982) el arte
de preguntar es el de ser capaz de seguir haciendo preguntas, o sea, el arte de
pensar, y distingue preguntas “aparentes” que delimitan artificialmente lo que
puede ser una respuesta satisfactoria y preguntas “auténticas” como aquellas
que están abiertas y donde las respuestas no están establecidas.
En el ámbito educativo, Paulo Freire (1997, p.19) expresaba que “La educación de
la respuesta no ayuda nada a la curiosidad indispensable para el proceso
cognitivo. Al contrario, ella resalta la memorización mecánica de los
contenidos. Sólo una educación de la pregunta agudiza, estimula y refuerza la
curiosidad…Preguntar y responder son caminos constitutivos de la curiosidad”.
En esa
línea, Nicholas Burbules (1999) sostiene que el diálogo es una forma de
comunicación pedagógica que posibilita plantear preguntas sustantivas
orientadas a pensar, intercambiar experiencias, negociar significados y
construir conocimientos con otros interlocutores. Al igual que Gadamer,
Burbules reconoce que las preguntas convergentes son las que se dirigen a
respuestas específicas y definidas mientras que las preguntas divergentes o
abiertas “permiten un mayor grado de incertidumbre en lo que constituiría una
respuesta adecuada”.
Sin
dudas, las preguntas en el aula permiten no sólo tomar conciencia del no saber sino
también generar dudas acerca de lo que se sabe. Por otro lado, Tourtet (1987,
p. 1) señala que “La dialéctica es el despertar del espíritu mediante preguntas
hábilmente conducidas y en especial, por las preguntas que plantean los propios
niños, preguntas que les interesan, cuyo eco en ellos es profundo y en
consecuencia la necesidad de corresponder a su desarrollo efectivo y a las
aspiraciones de su crecimiento mental”.
¿Cuál
es el rol del docente en este contexto? Una de sus principales intervenciones consiste
en formular las preguntas potentes y adecuadas en el momento oportuno que promuevan la
búsqueda de respuestas, conjeturas e hipótesis, y que favorezcan los
intercambios y conversaciones colectivas para generar conocimientos. Asimismo, es fundamental que facilite los espacios y actividades para que los estudiantes puedan plantear sus
propias preguntas de modo tal que se involucren con sus necesidades cognitivas,
con sus intereses y sus saberes.
¿Con
qué propósitos se plantean preguntas en las aulas? Podemos encontrar un repertorio de
preguntas que se aplican en diferentes momentos y para distintos propósitos,
entre ellas mencionamos preguntas de animación para iniciar un diálogo,
una conversación, o para conocerse dentro de un grupo; preguntas para explorar
los saberes previos y concepciones alternativas de los estudiantes; preguntas
para definir actividades y formas de trabajo; preguntas de indagación y
análisis de un problema, caso y, o situación; preguntas para ampliar y
profundizar ideas y conocimientos; preguntas de comprobación, evaluación y
verificación; preguntas para reflexionar y explicitar las actividades
metacognitivas de los alumnos que colaboran en el proceso de aprender a aprender.
La
presencia y alcances de las preguntas pedagógicas potentes en programas y experiencias educativas se
convierte en un tema interesante para investigar, cuyos interrogantes preliminares
son: ¿Cómo recuperan y aplican los entornos digitales el arte de la
conversación y del diálogo inspirado en las preguntas que problematizan y
despiertan la curiosidad cognitiva? ¿Qué lugar ocupan las preguntas pedagógicas
en los entornos virtuales sustentados en el uso de las tecnologías de la
información y la comunicación? ¿Los docentes utilizan las preguntas como
recurso pedagógico que facilita la apertura al conocimiento? ¿De qué modo los
profesores y los estudiantes explicitan y plantean sus preguntas y respuestas? ¿Se
utilizan espacios colectivos y colaborativos, sean presenciales o virtuales, para
abordar las preguntas orientadas a buscar respuestas y resolver problemas?
Cerramos de modo provisorio este debate retomando expresiones de Paulo Freire : “Las preguntas
ayudan a iniciar procesos interactivos de aprendizajes y solución de problemas,
lo mismo que mantenerlos hasta cuando se logran los objetivos y se planteen
nuevos problemas y nuevas situaciones de aprendizaje en este continuo trasegar
que es la vida.”
Referencias:
Freire,
P. (1997). A la sombra de este árbol. Barcelona: Hipatia Editorial.
Freire,
P. y Faundez, A. (2013). Por una pedagogía de la pregunta: crítica a una
educación basada en respuestas a preguntas inexistentes. Buenos Aires: Siglo XXI.
Gadamer,
H. (1994). Verdad y método. Salamanca: Editorial Sígueme.
Tourtet,
L. (1987). Lenguaje y pensamiento preescolar. España: Narcea S.A.