El citado artículo se pregunta: ¿Qué competencias necesitan los docentes del siglo XXI? ¿Qué formación
inicial y permanente? ¿Cómo se atrae a los jóvenes con más talento y más
motivados hacia la profesión docente? ¿Cómo se puede retener a los mejores
docentes en los centros educativos que más los necesitan? ¿Cómo pueden
incorporar los profesionales de la educación la reflexión sistemática sobre la
práctica y la investigación por la mejora educativa? ¿Cómo puede colaborar en
ello la universidad?
“Posiblemente, es poco arriesgado asegurar que, a día de hoy, el profesorado continúa siendo clave en cualquier sistema educativo. De hecho, es sencillo darse cuenta de su papel crítico, si tenemos presente que en sus manos recae, en última instancia, la responsabilidad de acompañar a los niños y jóvenes en el proceso de aprendizaje de las competencias que les serán imprescindibles para poder convertirse en ciudadanos activos, participativos y, en último término, comprometidos con el progreso social. No obstante, el ejercicio de la función docente se ha convertido progresivamente en complejo. En un mundo globalizado como el nuestro, las funciones educadoras se reformulan para poder atender los retos de una sociedad fundamentada en la economía del conocimiento. El acceso a la enseñanza obligatoria ha alcanzado a sectores sociales cada vez más amplios, que exigen respuestas docentes flexibles, ajustadas a necesidades educativas diversas.
Pero esta complejidad a la que deben enfrentarse maestros y
profesores no ha encontrado una correspondencia clara, ni en los escenarios que
les deberían facilitar la innovación, ni en modelos de formación inicial y
desarrollo profesional que podrían proporcionarles herramientas e incentivos
para afrontar con garantías su actividad cuotidiana y hacer atractiva la
profesión. En último término, el grado de responsabilidad que la sociedad ha
conferido a estos profesionales no parece haber encontrado su reverso en un
conocimiento social equivalente de la profesión docente, capaz de poner en
marcha los mecanismos capaces de atraer y retener a más profesores de calidad
en los centros educativos. Así, la interpretación adecuada de qué significa ser
un buen profesional de la educación en el siglo XXI parece que todavía plantea
una cuestión no resuelta y, en cualquier caso, decisiva para la provisión de
una educación de calidad como servicio público”.
Para contribuir al debate, el artículo consulta a distintos
especialistas de la educación sobre los rasgos que caracterizan a un buen profesional
de la educación para el siglo XXI, entre los cuales figuran John MacBeath, Profesor
emérito de la Universidad de Cambridge, Mariano Fernández Enguita, Catedrático
de Sociología en la Universidad Complutense, María Masip Utset, Catedrática de
Educación Secundaria, ICE, UAB, y Francesc Imbernón, Catedrático universitario
de Didáctica y Organización Educativa de la UB.
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