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Ya en 2019, la UNESCO había advertido que sería difícil alcanzar el objetivo de “una educación de calidad para todos en 2030”. La pandemia de COVID-19 ha agravado las previsiones, lo que ha llevado a esa Organización de las Naciones Unidas a movilizar a las comunidades educativas y los gobiernos. El escenario se vio alterado por la pandemia que agravó la crisis mundial de la educación en donde el cierre de escuelas ha provocado importantes pérdidas de aprendizaje. En los países de ingresos bajos y medianos, el 70% de los niños de 10 años son incapaces de comprender un texto escrito sencillo, frente al 57% de 2019. Sin medidas de apoyo, esos jóvenes se enfrentarán a importantes dificultades para continuar su formación e incorporarse al mundo laboral. Ello redundará en una gran crisis social.
Según una evaluación de la UNESCO, el Banco Mundial y el
UNICEF publicada el 24 de junio 2022, esos retrasos en el aprendizaje también
tendrán un fuerte impacto en la economía. A escala mundial, representarán una
pérdida acumulada de riqueza para la actual generación de escolares de unos 21
billones de dólares. La estimación anterior en 2021 era de 17 billones de
dólares, por lo que la situación ha seguido empeorando en el último año. Además
de esta crisis de aprendizaje, existe una crisis de financiación. Según otro
estudio de la UNESCO y el Banco Mundial, el 40% de los países de ingresos bajos
y medios redujeron su gasto en educación durante la pandemia. La reducción
media fue del 13,5%. Sin embargo, en julio de 2022, los presupuestos todavía no
han vuelto a sus niveles de 2019.
Stefania Giannini, Subdirectora General de Educación de la UNESCO expresó: "Nos preocupa la vacilante financiación de la educación en este momento crítico. Cuando la financiación pública disminuye, son las familias las que tienen que aumentar su aportación económica. Y cuanto más recaiga la factura de la educación en las familias, mayor será el riesgo de que aumente la desigualdad".