La vida es en color y de forma natural. Y nos servimos de los colores para interpretar sus aspectos: Un paisaje verde nos habla de naturaleza viva, un semáforo rojo nos advierte del peligro aunque es necesario aclarar que en este último ejemplo, el uso del rojo es convencional/cultural.
Los colores se relacionan directamente con las emociones y ejercen una influencia directa y decisiva sobre nuestra mente y cuerpo, tienen mucho que ver con nuestra forma de reaccionar, actúan tanto en el plano físico, como en el mental y el emocional. Tan es así que existe la cromoterapia, una disciplina que se basa en el uso del color como forma terapéutica para corregir los desequilibrios energéticos, es decir aprovechar el poderoso influjo del color para ayudarse a uno mismo, utilizándolo según nuestras necesidades. Por ejemplo, los verdes y azules son relajantes, fríos y calmantes, los colores cálidos -rojo, naranja y amarillo- estimulan y generan un sentido vital.
Seguramente todos/as contamos con una escala de colores propia a través de la cual podemos expresar nuestro humor, nuestro propio temperamento, imaginación y sentimientos. Indudablemente, verificamos que existen relaciones entre sensaciones y colores.
Según algunas perspectivas psicológicas, si bien hay lugar para lo estrictamente personal y subjetivo en la elección de colores, también se indica que las personas reciben singulares influencias por la presencia de un determinado color.
En el espectro de los colores aplicado a la vida personal, observamos casos de personas que siempre usan colores llamativos o chillones para vestirse, o tribus llamadas “góticas” que adoptan la estética del negro para su ropa y arreglo personal.
También las estaciones del año nos provocan distintas sensaciones cromáticas: otoño, invierno, primavera y verano...
Y si hablamos de la lluvia: ¿De qué color ven ustedes un día de lluvia?
Vamos a descubrir el sentido que le infunde Matilde Alba Swann, en su poema:
En este día de lluvia
Un
gris limpio, monótono, inasible, en este día de lluvia y cielo enfermo, el
corazón del agua está soñando con bandadas de pájaros de vidrio, y en la rama
otoñal, junta la ausencia, luces mojadas, y voces de aluminio.
Hay como un gato gris rondando en torno, así de blando, así de ojo amarillo.
Es
casi tarde, mi niñez descalza, viene a buscarme por un largo río, bajo un mar
vertical deshilachado, y un silencio de océano dormido.
Salgo a su encuentro, quedo de su mano, me desnudo en su piel, líquida cuna, vuelvo a mi antiguo manantial, deshago, gota a gota, pausada, mansa, muerta.
Bajo
un llanto de techos castigados, somnolientos, reencarno, soy de lluvia.