23 abril 2009

De libros y lecturas

Henri Matisse


El 23 de abril es el Día Mundial del Libro y del Derecho de Autor, fecha elegida por la UNESCO ya que tres grandes de la literatura universal: Miguel de Cervantes Saavedra, William Shakespeare y Garcilaso de la Vega fallecieron el 23 de abril de 1616.
A propósito de este día y en el contexto de los nuevos escenarios de inicios del siglo XXI, pensamos que mucho se ha escrito y se escribe sobre el presente y el futuro del libro, sobre su ocaso o su mutación en tiempos de redes digitales poderosas y cada vez más abarcadoras.

La escuela, lugar emblemático para la socialización y el acceso al conocimiento, tiene en el libro una importante fuente de saberes y por eso la alfabetización –cada vez más amplia y con nuevas vertientes- es parte de su tarea específica.


Sabemos que los libros ya no son el objeto exclusivo y privilegiado para obtener información y para construir el conocimiento ya que otras herramientas culturales y tecnológicas hoy compiten con ellos. Las tecnologías de la información y de la comunicación (TIC) resultan para las nuevas generaciones más atractivas por sus lenguajes multimediales, por su velocidad e inmediatez, alcance indefinido y por la conexión sin barreras con grupos y redes sociales de distinta índole.

Ante este escenario nos hacemos muchas preguntas, como por ejemplo: qué nuevas competencias y habilidades ganarán los estudiantes y qué otras perderán, qué nuevas prácticas y subjetividades se desplegarán con el uso de las TIC...

No hay respuestas concluyentes ni certezas pero sí tenemos la posibilidad de abrir un debate retomando fuentes, por eso propongo compartir el pensamiento de dos destacados escritores argentinos que dan cuenta de su especial relación con el mundo de los libros y de las derivaciones insospechadas que brinda la lectura.

Jorge Luis Borges escribió en “Tesoros de España”:

“Hay quienes no pueden imaginar un mundo sin pájaros; hay quienes no pueden imaginar un mundo sin agua; en lo que a mí se refiere, soy incapaz de imaginar un mundo sin libros. A lo largo de la historia el hombre ha soñado y forjado un sin fin de instrumentos. Ha creado la llave, una barrita de metal que permite que alguien penetre en un vasto palacio. Ha creado la espada y el arado, prolongaciones del brazo del hombre que los usa. Ha creado el libro que es una extensión secular de su imaginación y de su memoria.
A partir de los Vedas y de las Biblias, hemos acogido la noción de libros sagrados. En cierto modo, todo libro lo es. En las páginas iniciales del Quijote, Cervantes dejó escrito que solía recoger y leer cualquier pedazo de papel impreso que encontraba en la calle. Cualquier papel que encierre una palabra es el mensaje que un espíritu humano manda a otro espíritu.
Ahora, como siempre, el inestable y precioso mundo puede perderse. Sólo pueden salvarlo los libros, que son la mejor memoria de nuestra especie.
Hugo escribió que toda biblioteca es un acto de fe; Emerson, que es un gabinete donde se guardan los mejores pensamientos de los mejores; Carlyle, que la mejor Universidad de nuestra época la forma una serie de
libros. Al sajón y al escandinavo los maravillaron tantos las letras que les dieron el nombre de runas, es decir, de misterios, de cuchicheos.
Pese a mis reiterados viajes, soy un modesto Alonso Quijano que no se ha atrevido a ser Don Quijote y que sigue tejiendo y destejiendo las mismas fábulas antiguas. No sé si hay otra vida; si hay otra, deseo que me esperen
en su recinto los libros que he leído bajo la luna con las mismas cubiertas y las mismas ilustraciones, quizás con las mismas erratas, y los que me deparan aún el futuro”.



El otro escritor argentino es Alberto Manguel, autor de títulos como “Una historia de la lectura” y “La librería de noche” que recorren y recrean el universo del libro y de los grandes hombres de letras. De este escritor contemporáneo, tomo esta reflexión que puede llevarnos a los profesores a buscar caminos alternativos para que cada alumno encuentre “su página y su libro”:

"El amor por la lectura es algo que se aprende pero no se enseña. De la misma forma que nadie puede obligarnos a enamorarnos, nadie puede obligarnos a amar un libro. Son cosas que ocurren por razones misteriosas, pero de lo que sí estoy convencido es que a cada uno de nosotros hay un libro que nos espera. En algún lugar de la biblioteca hay una página que ha sido escrita para nosotros".

¿Qué libros marcaron tu vida? ¿Qué puertas se abrieron y qué nuevos caminos se insinuaron al leerlos?

En estos momentos evoco lecturas entrañables como "El Principito", "Sobre héroes y tumbas", "Cien años de soledad".

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