El mundo social y cultural del último siglo se convulsionó
con el surgimiento de tres pantallas que transformaron los modos de
entretenimiento, ocio, información y conocimiento. Primero fue la pantalla del
cine, luego la de la televisión y después la pantalla de la computadora
personal.
Hoy ya estamos rodeados de la llamada cuarta pantalla: los teléfonos
móviles inteligentes que suponen la convergencia y fusión de las otras
pantallas, con el agregado de variados servicios y aplicaciones en un
dispositivo ubicuo, individual e interactivo.
Pasamos de las pantallas colectivas ubicadas en espacios
públicos como el cine, a pantallas de última generación que se visualizan en
espacios privados, personales, extendidos.
Situados en el ámbito educativo nos preguntamos:
¿Qué impacto tienen los teléfonos de última generación en la
vida de los niños, adolescentes y jóvenes? ¿Qué usos pedagógicos se pueden
potenciar en las instituciones educativas? ¿Qué condiciones son las que
determinan que prevalezca un aprendizaje netamente individual y cuáles son las
que permiten favorecer un aprendizaje compartido y colaborativo? ¿Los teléfonos
móviles e inteligentes extienden y consolidan la tarea del aula promoviendo aprendizajes
ubicuos y además no formales?
El libro “La sociedad de las cuatro pantallas. Una mirada
latinoamericana” (Ariel, 2011) compilado por Alejandro Artopoulos, ofrece distintas
vertientes para interpretar este fenómeno desde el contexto de nuestra región. Leemos
en la introducción:
“Las tecnologías del aprendizaje ubicuo se basan en
pedagogías que complementan el espacio físico y temporalmente acotado del aula con espacios
fuera de ella, soportados por medios electrónicos móviles. En este sentido, podemos
asignar a las tecnologías digitales una contribución al aprendizaje mediante su
capacidad de compartir información y producir conocimiento entre personas.
Estas pedagogías pueden atender con flexibilidad a la diversidad de estilos y
ritmos de aprendizaje de los alumnos manteniendo grupos unidos y ampliando el
espacio educativo a lugares remotos sin perder el sentido de la clase. El
aprendizaje ubicuo no solo es móvil o fluido, sino que se combina con el
llamado aprendizaje «situado» o «auténtico», conectando los contenidos
escolares con problemas del «mundo real» y contextualizando el conocimiento.
Los dispositivos móviles permiten desarrollar pedagogías que aprovechen la
emergencia de la cultura visual y de las redes sociales para desarrollar
experiencias de interacción con contenidos dinámicos (simulaciones), o bien con
grupos de pares, mediante la incorporación de herramientas de redes sociales en
el diseño de cursos”.
Pienso que de toda la comunidad educativa depende que la cuarta
pantalla sea realmente una herramienta y un entorno fecundo y significativo para
desarrollar las capacidades de los estudiantes y su participación en la
sociedad. ¡Hacia allá vamos!!