Cuando abordamos el concepto del acto de leer, nos remitimos a que leer significa entrar en diálogo con un texto para comprender sus significados e interpretarlo. Como dice Delia Lerner (2008):
"Leer ... es indagar en la realidad para comprenderla mejor, es distanciarse del texto y asumir una postura crítica frente a lo que se dice y lo que se quiere decir".
Frank Smith (1965), uno de los teóricos pioneros del enfoque psicolingüístico, destaca el carácter interactivo del proceso cuando afirma que en la lectura interactúa la información no visual que posee el lector con la información visual que proporciona el texto. En ese proceso de interacción el lector construye el sentido del texto.
Para Goodman (1967), “La lectura sería uno de los cuatro procesos lingüísticos, ya que el habla y la escritura son productivos, y el escuchar y el leer son comprensivos. Es un juego psicolingüístico de adivinanzas. El sujeto predice o anticipa el significado de lo que lee, utiliza las claves que encuentra en los sistemas grafofonológico, sintáctico y semántico y hace uso de la redundancia del lenguaje escrito”.
Podemos afirmar que ese concepto se enriquece y se complejiza con el pensamiento de Althusser cuando introduce las presencias y ausencias que emergen cuando leemos un texto:
"Leer consiste en recaer en las presencias y ausencias
sentidas en un texto, de lo dicho o no en él o en el recuento de los aciertos y
desaciertos, en descubrir lo no descubierto. Es ver lo que no ha sido visto,
tratar de pensar lo que no ha sido pensado, recaer en lo no dicho, en sus
silencios, hasta preguntar: ¿Cómo es posible esta identidad del no ver en el
ver?" (Althusser, 1969).
Entiendo que ese nivel de lectura resulta un desafío en tanto significa bucear y explorar las aguas profundas buscando lo oculto, lo sumergido; significa hacer visible lo que está en las penumbras o en las sombras.