La conversación, Camille Pisarro |
Todo lo que usted quiera, sí señor, pero son las palabras
las que cantan, las que suben y bajan… Me prosterno ante ellas… Las amo, las adhiero, las
persigo, las muerdo, las derrito… Amo tanto las palabras… Las inesperadas… Las que
glotonamente se esperan, se escuchan, hasta que de pronto caen… Vocablos amados…
Brillan como piedras de colores, saltan como platinados peces, son espuma, hilo,
metal, rocío… Persigo algunas palabras… Son tan hermosas que las quiero poner
todas en mi poema… Las agarro al vuelo, cuando van zumbando, y las atrapo, las
limpio, las pelo, me preparo frente al plato, las siento cristalinas, vibrantes,
ebúrneas, vegetales, aceitosas, como
frutas, como algas, como ágatas, como aceitunas… Y entonces
las revuelvo, las agito, me las bebo, me las zampo, las trituro, las emperejilo, las
liberto… Las dejo como estalactitas en mi poema, como pedacitos de madera bruñida,
como carbón, como restos de naufragio, regalos de la ola… Todo está en la
palabra… Una idea entera se cambia porque una palabra se trasladó de sitio, o porque
otra se sentó como una reinita adentro de una frase que no la esperaba y que le
obedeció… Tienen sombra, transparencia, peso, plumas, pelos, tienen de todo lo que se
les fue agregando de tanto rodar por el río, de tanto transmigrar de patria, de tanto
ser raíces… Son antiquísimas y recientísimas…
Pablo Neruda, Fragmento “La palabra”, Confieso que he vivido,
Buenos Aires, Losada, 1974.