En la educación superior es donde se manifiestan
de modo contundente e inquietante las competencias lectoras y de escritura que
los estudiantes han logrado desarrollar en la educación básica en una sociedad
en donde hoy las tecnologías de la información y la comunicación estimulan y
multiplican el envío de mensajes cortos, abreviados y fugaces que no son apropiados para contextos académicos con una alta exigencia en el pensamiento reflexivo y la
construcción de conocimientos.
Felipe Garrido, profesor y director adjunto y
miembro de número de la Academia Mexicana de la Lengua, en su artículo “Leer y
escribir para ingresar a la educación superior” plantea que existe una relación
directa, probada, entre el nivel de lectura de los estudiantes y su rendimiento
escolar, y que los mejores alumnos son mejores lectores que sus compañeros.
Desde esa realidad, Garrido considera que las
instituciones educativas “deben ir más allá de la alfabetización y formar
lectores capaces de escribir”, argumentando que “Un lector capaz de producir textos está entrenado para construir la
comprensión. Ha aprendido a muestrear, a anticipar, a inferir, a relacionar
datos, a rectificar lo que va entendiendo mientras sigue leyendo –estos
mecanismos se adquieren sólo con la lectura misma–, a reconocer las lagunas en
su formación, a darse cuenta de lo que entiende –un lector incipiente o mal
formado no se pregunta si está comprendiendo lo que lee– y lo que no alcanza a
entender. Estar al tanto de lo que no se entiende es indispensable para
construir la comprensión.
Un
lector capaz de escribir termina por contraer la manía de entender; llega el
momento en que exige explicaciones y no las acepta a medias. Un lector capaz de
escribir continúa aprendiendo, multiplicando experiencias, madurando, ampliando
horizontes durante toda la vida. A final de cuentas, todos terminamos por ser
autodidactos y cada quien sabe hasta donde cada quien lee. Ejercitarse en la
escritura, por su parte, es una manera de adiestrarse en el arte de pensar” (2014:148).
Coincidimos con Garrido cuando señala que para
lograr esos propósitos es imprescindible que los docentes sean buenos lectores
y promotores de la lectura y la escritura, entendiendo que “Leer para entender y escribir con orden y claridad es el cimiento de
la educación” (2014:150).
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