26 julio 2021

Educar en la realidad: reflexiones sobre la relación "realidad y uso de las tecnologías" en la niñez y adolescencia

¿Pensamos que los niños y las niñas están muy expuestos a las pantallas y que la pandemia aumentó considerablemente las horas frente al mundo de las redes? ¿Cuánto nos preocupa el efecto de la sobre-exposición a las pantallas en su desarrollo socio-cognitivo y en una educación conectada con la realidad? ¿Están en juego las habilidades y relaciones interpersonales, la comunicación con diferentes códigos y lenguajes, la variedad y riqueza del vocabulario en los niños que están en pleno crecimiento?

La ensayista y escritora canadiense Catherine L’Ecuyer centra su preocupación en el uso de las tecnologías en la infancia y adolescencia y sus implicancias que hoy quizás no vislumbramos y que merecen ser investigadas por los especialistas del campo.

Desde ese lugar, esta autora escribió Educar en la realidad, un libro que plantea de modo conciso cuestiones vinculadas con la educación de niños, niñas y adolescentes y que ofrece un marco de referencia para la reflexión de padres, madres y educadores sobre la alta presencia de pantallas tanto en el ámbito doméstico como en el escolar. L’Ecuyer, al considerar que el tiempo que los niños y niñas que pasan delante de la pantalla es un tiempo sin interacción con la realidad, expresa: “Nuestros hijos han de crecer en el mundo real, no encadenados en la caverna de las sombras. Han de empezar el día subiendo la persiana y leyendo el cielo para tomar la decisión de vestirse para un día frío, cálido o lluvioso. ¡No puede ser que busquen esa información en el teléfono inteligente! Y no puede ser que su primer y último pensamiento sea mirar el móvil. En definitiva, no puede ser que gasten los mejores años de sus vidas con la nariz pegada a sus pantallas."

Y siguiendo con su discurso, sostiene: “La realidad no se construye, se descubre. Ese es el punto de partida de la educación en la realidad: la realidad misma. Lo que nos lleva a descubrirla es el asombro, ese deseo de conocer del que hablo en mi primer libro. El asombro es innato en el niño, pero el niño necesita la belleza de la realidad para asombrarse. Por lo tanto, los niños pequeños aprenden en contacto con la realidad, no con un bombardeo de estímulos externos perfectamente diseñados. Tocar la tierra húmeda o mordisquear y oler una fruta deja una huella en ellos que ninguna tecnología puede igualar.”

La necesaria apertura de niños, niñas y adolescentes a la realidad, al mundo ancho y presente que existe fuera de los dispositivos y pantallas, me lleva a recordar esta hermosa reflexión de Eduardo Galeano (1998): “…Lo mejor que el mundo tiene está en los muchos mundos que el mundo contiene, las distintas músicas de la vida, sus dolores y colores: las mil y una maneras de vivir y de decir, creer y crear, comer, trabajar, bailar, jugar, amar, sufrir y celebrar, que hemos ido descubriendo a lo largo de miles y miles de años.” (Patas Arriba. La escuela del mundo al revés).