Ya presentamos en posts anteriores algunas líneas sobre la inteligencia artificial (IA) y sus implicaciones y efectos en la enseñanza y el aprendizaje, además de los grandes desafíos que genera para la formación docente. ¿Qué prácticas con la IA son propicias para introducir y desarrollar en las aulas? ¿Qué aspectos deberían desalentarse en los procesos de enseñanza y de aprendizaje basados en la IA? ¿Cuáles son los principios centrales que podrían orientar y acompañar la acción docente para la incorporación virtuosa de la IA? ¿Cuál es el lugar de la interacción intersubjetiva y el afecto cuando se utiliza la IA en gran parte de las prácticas educativas?
En esta línea de este debate compartimos algunos fragmentos del artículo Todo para lo que no sirve la inteligencia artificial en educación de Óscar Boluda Ivars (2023) que puede orientar la acción de profesores y profesoras:
La IA nunca será capaz de alternar estrategias de enseñanza según el día, la hora, la motivación de los estudiantes o la materia de cada clase. Adaptarse y flexibilizar la hora de clase, midiendo el ambiente de clase, está solo al alcance de docentes humanos. Por no hablar de captar la atención, promover el diálogo y escuchar con verdadero interés las preocupaciones de los estudiantes. Dudo que podamos disponer de una inteligencia artificial que evite la disrupción, los conflictos, el desapego a la escuela o la pesada mochila (no solo física) que porta cada alumno.
La IA no debería tampoco ser decisiva en la evaluación y
promoción de un alumno. Hay ciertos imponderables que, tan solo el docente, su
tutor o tutora, son capaces de valorar pese a la ayuda que puedan ofrecernos
los datos cocinados por algún software de inteligencia artificial. Los peligros
que conllevan estos programas pueden perpetuar los sesgos sociales de origen
como un efecto secundario de esa eficiencia a la que aspiramos con el uso de
algoritmos.
La IA, al igual que los buscadores actuales, ofrece
respuestas y soluciones a (casi) todo aquellos que le planteamos. Sin embargo,
todo el razonamiento que hay detrás de cada aportación, no puede ser asimilado
sin lecturas o un estudio previo. La IA es eficiente solo si deseamos formar
autómatas como mano de obra principal. La distopía puede estar más cerca que
nunca con una reducida franja de la población bien educada, en las artes y la
ciencias, sin un uso intensivo de la tecnología; y una mayoría ofuscada con una
formación exclusiva en el uso de herramientas digitales para colaborar en el
mantenimiento de esa automatización imperante que nos acecha.
La IA no educa o deseduca. Poner la responsabilidad de la
educación en unos algoritmos diseñados por corporaciones empresariales no
parece una buena idea. Y la moral importa. En tiempos de desinformación, donde
es fácil creernos cualquier tipo de publicación manipulada, es necesario ese
nuevo realismo que combate las estupideces de las redes gracias a la filosofía
o el arte. Si permitimos programar con IA, evaluar solo con IA o segregar con
IA, acabaremos embruteciendo a la población. La originalidad y la autenticidad
en la creación de contenidos acabarán siendo algo extraordinario.
El artículo completo está disponible en:
https://www.efepeando.com/2023/03/todo-para-lo-que-no-sirve-la.html