28 febrero 2025

La cosmovisión libresca de Jorge Luis Borges

¿Qué transformaciones en los modos de lectura estamos experimentando en nuestra sociedad digital? ¿Cuál es el presente y el futuro del libro versión impresa? ¿Cómo accedemos y preferimos leer los libros consagrados en la literatura de todos los tiempos?

En la institución educativa observamos que los libros ya no son el centro exclusivo y preponderante para acceder a la información que conduzca a la construcción de conocimientos, habiendo sido reemplazados por múltiples fuentes de internet que, necesariamente, requieren una evaluación sobre su relevancia, autoridad y significado ya que hay una sobreabundancia inacabada de información. Agregamos que esas fuentes digitales, a su vez, se ofrecen a través de atractivos lenguajes multimediales que enriquecen el acceso a la información de modo inmediato.

En esa encrucijada y convivencia de libros de papel y libros digitales, invito a retomar un singular texto de Jorge Luis Borges, publicado en "Tesoros de España", en donde expresa su cosmovisión y relación con el mundo libresco: 

"Hay quienes pueden imaginar un mundo sin pájaros; hay quienes no pueden imaginar un mundo sin agua; en lo que a mí se refiere, soy incapaz de imaginar un mundo sin libros. A lo largo de la historia el hombre ha soñado y forjado un sin fin de instrumentos. Ha creado la llave, una barrita de metal que permite que alguien penetre en un vasto palacio. Ha creado la espada y el arado, prolongaciones del brazo del hombre que los usa. Ha creado el libro que es una extensión secular de su imaginación y de su memoria.

A partir de lo Vedas y de las Biblias, hemos acogido la noción de libros sagrados. En cierto modo, todo libro lo es. En las páginas iniciales del Quijote, Cervantes dejó escrito que solía recoger y leer cualquier pedazo de papel impreso que encontraba en la calle. Cualquier papel que encierre una palabra es el mensaje que un espíritu humano manda a otro espíritu. Ahora, como siempre, el inestable y precioso mundo puede perderse. Sólo pueden salvarlo los libros, que son la mejor memoria de nuestra especie.

Hugo escribió que toda biblioteca es un acto de fe; Emerson, que es un gabinete donde se guardan los mejores pensamientos de los mejores; Carlyle, que la mejor Universidad de nuestra época la forma una serie de libros. Al sajón y al escandinavo los maravillaron tantos las letras que les dieron el nombre de runas, es decir, de misterios, de cuchicheos.

Pese a mis reiterados viajes, soy un modesto Alonso Quijano que no se ha atrevido a ser Don Quijote y que sigue tejiendo y destejiendo las mismas fábulas antiguas. No sé si hay otra vida; si hay otra, deseo que me esperen en su recinto los libros que he leído bajo la luna con las mismas cubiertas y las mismas ilustraciones, quizás con las mismas erratas, y los que me deparan aún el futuro”.



Biblioteca de Alejandría contenía las obras de los grandes sabios de la Antigüedad. 

Grabado del siglo XIX


Biblioteca Nacional, Buenos Aires