16 mayo 2009

Comunicaciones de ayer y hoy II

Ignacio Iturria


El siglo XXI nos encuentra asistiendo a una explosión de comunicaciones mediadas por dispositivos tecnológicos que tienen masiva difusión en la población: internet (correo electrónico, mensajería instantánea, redes sociales, foros), teléfonos fijos y móviles, teléfonos multimedia…

Si nos detenemos en el fenómeno de la gran red telemática, internet, vemos que su potencial como herramienta para la comunicación ya se está desplegando con inusitada fuerza a través de los llamados entornos virtuales o comunidades virtuales.
Howard Rheingold (1996) así las define: “Las comunidades virtuales son agregados sociales que surgen de la red cuando una cantidad suficiente de gente lleva a cabo estas discusiones públicas durante un tiempo suficiente, con suficientes sentimientos humanos como para formar redes de relaciones personales en el espacio cibernético”.

Además de esos atributos, las comunidades virtuales se caracterizan por ser redes horizontales, no jerárquicas, donde la comunicación y el intercambio entre sus integrantes dependen materialmente de la conectividad, soslayando o dejando de lado la proximidad espacial o la cercanía que exista entre los actores. La presencia física es reemplazada por la telepresencia o presencia virtual, descorporeizada y deslocalizada.

A través de ellas se genera una nueva sociabilidad, la “virtual”, que implica una manera distinta de relacionarnos y vincularnos socialmente donde no es necesaria la co-presencia. Estas redes sociales virtuales que crecen y se afianzan en múltiples ámbitos de la vida, suponen nuevas prácticas y subjetividades y la formación de nuevas identidades cuyos rasgos específicos e implicancias se irán perfilando con los estudios de rigor.

Desde nuestra propia experiencia y observación podemos reconocer beneficios, potencialidades, limitaciones y riesgos acerca de estas “mediaciones digitales” que sostenemos vía internet. El campo educativo ya está incorporando los entornos virtuales para programas, carreras y cursos, y ello debe comprometernos no sólo a propiciar la inclusión de todos en el uso apropiado de las tecnologías digitales sino también sostener miradas críticas y reflexivas sobre las nuevas prácticas, representaciones, relatos y discursos de los actores que las utilizan.
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