14 julio 2016

¿Cómo será la educación superior en los próximos años?


El investigador y profesor Tony Bates, referente notable en el campo de la educación y las tecnologías, publicó un artículo en su blog en el que expone sus predicciones sobre el futuro de la educación superior hasta el año 2020. Aquí compartimos sus percepciones:

La desaparición del aprendizaje en línea como algo separado. En el 2020 ya no se hablará del aprendizaje en línea como tal, puesto que estará tan integrado con la enseñanza y el aprendizaje en general que sería como si ahora hablásemos sobre usar aulas. De hecho, arguye Bates, puede que entonces hablemos mucho más, en comparación, sobre aulas y campus: qué función tendrán entonces, cuándo y para qué usarlas, etc.

Menos universidades y mayor flexibilidad. Es posible que algunas universidades desaparezcan o se transformen radicalmente, sobre todo las de menor tamaño y/o las que tengan mayor competencia en áreas metropolitanas. Desde luego no es probable que se construyan nuevos campus. Por otra parte, las titulaciones y programas se diseñarán para permitir una mayor flexibilidad de acceso, de forma que el estudiante pueda decidir estudiar en el campus, a distancia, o combinando ambas modalidades. Todo esto no sucederá tanto por decisiones políticas como por cambios de hecho ("students voting with their feet, or mouses").

Contenidos modulares, de acceso abierto, y distintos niveles de servicio y tasas. La mayoría de los contenidos serán abiertos y modulares, y las instituciones podrán acomodarlos en distintos tipos de cursos y programas. La mayoría de las universidades tendrán un portal de educación abierta, que ofrecerá no sólo contenidos sino también ciertos servicios, como parte de una estrategia de captación. En cualquier caso, ya no se pagará por los contenidos. Las universidades intentarán diferenciarse y especializarse: clases en el campus para grupos reducidos, programas de bajo costo dirigidos a la obtención de empleo y financiados por las empresas, estudios de alta calidad sólo online, etc. 

Los cursos ya no consistirán en impartir clases. Las clases se pueden grabar y distribuir por Internet muy económicamente. Además, cada vez se usarán más los vídeos dinámicos, con simulaciones, animación, etc., y los libros de texto incluirán también este tipo de contenidos multimedia, así como actividades y la organización y la interpretación de los materiales que daban sentido a las clases. En conjunto, el rol del profesor se inclinará hacia la tutorización, y predominarán el aprendizaje basado en proyectos, el aprendizaje colaborativo y situado, y el aprendizaje experimental. Las clases estilo conferencia seguirán existiendo sólo como actividades especiales, útiles para que el profesor se presente, transmita sus intereses y entusiasmo y motive a los estudiantes. Generalmente se grabarán y se difundirán sincrónica y asincrónicamente.

Adiós al examen escrito, y demos la bienvenida a la implementación final del aprendizaje permanente. Los exámenes escritos serán reemplazados por portafolios multimedia, que mostrarán no sólo el nivel de conocimientos y competencias en un momento dado, sino también el progreso a lo largo del tiempo y otras habilidades importantes de tipo general (comunicativas, trabajo en equipo, etc.). Los títulos y certificados se complementarán con evaluaciones del aprendizaje informal o no formal (por ejemplo mediante badges). Crecerá el mercado del aprendizaje permanente, en el que las universidades competirán con las empresas. Sin embargo, una parte de ese mercado lo ocuparán las comunidades de práctica y el autoaprendizaje, sobre la base de la evolución de lo que ahora son los cMOOC.

Nuevos modelos de financiación. Puesto que la mayoría de los contenidos estarán libremente disponibles, y que se ofrecerá a los estudiantes una gama flexible de servicios, será necesario desarrollar nuevos esquemas de financiación. Lo más probable es que se abandone la financiación por número de matrículas y que los estudiantes paguen según los servicios. La financiación de la docencia y de la investigación seguirán separándose. Todo esto traerá ventajas e inconvenientes. Por ejemplo, habrá una presión para adoptar los modelos económicamente más eficientes, es decir, los que excluyen la presencialidad.

Formación sistemática del profesorado. Puesto que los contenidos serán libres y gratuitos, la reputación de una universidad dependerá de la tutorización y el apoyo a los estudiantes. Esto conducirá a mayores requerimientos de formación pedagógica y a la evaluación del profesorado.

Nuevos modelos de organización y toma de decisiones. En el contexto esbozado, se impondrá una mayor planificación de los programas y la enseñanza en equipo. Además de un profesor investigador responsable y de sus ayudantes docentes, se requerirá el asesoramiento pedagógico y tecnológico de éstos, la participación de especialistas en diseño web y multimedia, y eventualmente la contratación de profesores adicionales para tutorizar y evaluar a los estudiantes.

La protección de la privacidad de los estudiantes y la seguridad de los datos se complicarán cada día más. Los estudiantes utilizarán sus propios dispositivos, los servicios se alojarán en la nube, y habrá cada día más empresas y gobiernos interesados en acceder a sus datos, por motivos comerciales o de seguridad nacional.


El futuro depende de nuestras elecciones y decisiones. Para terminar, Tony Bates subraya que con estas predicciones sólo pretende identificar tendencias en el plazo de cinco a diez años, y que hay muchas decisiones que tomar, a todos los niveles: desde los estudiantes hasta los gobiernos, pasando por el profesorado y las universidades como tales. 


Blog de Tony Bates: