En los inicios de un nuevo ciclo lectivo/académico, se renuevan los espacios de debate acerca del lugar y del impacto de las tecnologías digitales en los procesos de enseñar y de aprender. Un debate que nos compromete a todos para pensar sobre qué papel tienen y pueden tener las TIC para mejorar los resultados educativos.
Para alimentar la discusión invitamos a leer un libro ya comentado en este blog: La larga y compleja marcha del CLIP al CLIC. Escuela y profesorado ante el nuevo reto digital, que aborda las implicaciones y dificultades de la transición al nuevo entorno educativo, el alcance y la evolución de las brechas digitales primaria (en el acceso), secundaria (en el uso) y terciaria (entre escuela y sociedad), las actitudes y opiniones del profesorado, la relevancia de las direcciones y los proyectos de centro y el posicionamiento de otros actores implicados.
“El nuevo entorno digital ha venido a alterar radicalmente
el paisaje. Los currículos siguen fijando los contenidos, pero ni los libros de
texto ni cualesquiera otros recursos que pueda prescribir la escuela son ya las
únicas vías de acceso a la información, ni tampoco gozan de una ventaja
sustancial frente a La larga y compleja marcha del CLIP al CLIC a otras. Las
programaciones proponen determinadas secuencias, pero el hipertexto y los
hipermedios no solo permiten otras, sino que las sugieren con la misma o más
fuerza. Los educadores todavía se aferran al libro de texto, pero los alumnos
ya no ven en él más que una referencia impuesta. La evaluación sigue atada a
los contenidos académicos prescritos, pero el nuevo entorno sociotécnico
favorece el despliegue de la diversidad y las inteligencias múltiples. Y el
precio, desdeñable: equiparable e incluso ventajoso en términos absolutos y por
los suelos en términos relativos, con una parte fija asumible y una parte
marginal que enseguida tiende a cero.
El entorno escolar está sufriendo otras transformaciones no
menos importantes, avanzadas, pero lejos de haber culminado: de la preeminencia
del Estado nacional a la explosión global y la implosión local, del ideal de
homogeneidad a la celebración de la diversidad, de la organización industrial
taylorista a la coordinación reticular, de los relatos y proyectos de la
modernidad a la incertidumbre de la posmodernidad, de la palanca de movilidad
social a la espiral de las expectativas frustradas. Junto a estos grandes
cambios se sitúa el paso de la galaxia Gutenberg a la galaxia Internet, pero
con una diferencia: que este no solo afecta al entorno del que la escuela
recibe y al que debe devolver su material de trabajo, el alumno, sino
directamente a su interior y su núcleo, al soporte y transporte informacional
sobre el que en gran medida se ha levantado su pedagogía, el libro impreso.
El aspecto más inmediato de este cambio es la
digitalización, esto es, la digitalización de lo que ya teníamos: el libro de texto digitalizado, las búsquedas en Internet en
vez de buscar en la biblioteca, la web informativa en lugar del tablón de
anuncios, la sustitución de los volantes para las familias por el correo
electrónico o SMS, la corrección automática de pruebas estandarizadas...
Pero
al lado de ello se abre un nuevo mundo de recursos multimedia y transmedia:
servicios de redes sociales, nuevos medios digitales, comunidades en línea,
dispositivos móviles, aplicaciones de productividad, juegos instructivos, herramientas
de simulación, robótica, trazabilidad, datos masivos... Estos nuevos recursos suelen
cuestionar la eficacia y la vigencia de los viejos, pero la escuela es una
institución y, como tal, goza de una notable capacidad de autodefensa:
conscripción universal eficaz, gran legitimidad social, una profesión fuerte y
masiva, un público inmaduro, una cultura organizativa consolidada, funciones latentes
tan importantes o más que las manifiestas y una prevención generalizada hacia
los experimentos.
Esto le ha permitido resistir, hasta el momento, el tsunami
digital que ya casi se ha llevado por delante la publicidad y las relaciones
con el cliente, la prensa escrita y otros medios informativos o la política
tradicional.
Existe, por un lado, la conciencia generalizada de que todo
va a cambiar, pero también, por otro, una resistencia generalizada a hacerlo si
no es con poco riesgo y esfuerzo. Las páginas que siguen analizan la posición
de la institución, sus agentes y su público ante el nuevo entorno digital.
Quizá no esté de más aclarar que no son un estudio sobre el equipamiento de los
centros, ni sobre los efectos de la informatización y la digitalización en el
rendimiento académico, ni sobre experiencias innovadoras en los centros. Son,
simplemente, un intento de comprender algo de la complejidad de la lenta
transición en que nos encontramos”.
Los autores despliegan sus ideas a partir de fuentes de muy diverso tipo, desde
una encuesta a distintos centros, citas de informes y bases de datos, grupos de
discusión con los colectivos implicados en la transformación escolar, hasta
entrevistas individuales a: innovadores, autoridades educativas, expertos y
productores de tecnología y de recursos escolares.