Emilio Hidalgo
Los entornos virtuales de aprendizaje plasmados en las plataformas y en los campus de software libre y gratuito o pago, se han extendido en los últimos años, sobre todo en la educación superior.
Fueron furor y su implementación tenía el sabor de la innovación en materia educativa puesta al servicio de la igualdad de oportunidades, además de representar un salto cualitativo en la educación a distancia ya que reúnen un conjunto de herramientas que favorecen la comunicación entre docentes y estudiantes, y estudiantes entre sí, y que permiten el acceso a recursos multimediales y a numerosas fuentes bibliográficas para construir el conocimiento.
Pero... ¿Qué sabemos acerca de los resultados obtenidos en procesos educativos realizados en entornos virtuales? ¿Qué beneficios e impactos se han logrado en la formación de los alumnos? ¿Se utiliza el enorme potencial que tienen las plataformas como espacios de comunicación, interacción y construcción compartida de conocimientos y proyectos? ¿Las herramientas de comunicación uno a uno, uno a muchos, y muchos a muchos, se emplean para generar procesos multidireccionales y significativos con amplia participación?
Algunos estudios evidencian que la mayoría de las experiencias ha depositado la innovación en el mero uso del campus como repositorio de los materiales digitales de aprendizaje y de las guías de estudio, minimizando los espacios colectivos de comunicación e interacción que, por lo general, quedan librados a la iniciativa o motivación del alumno.
Nos preguntamos: ¿Qué factores han llevado a la subutilización de los entornos virtuales en términos de auténticas comunidades de enseñanza y de aprendizaje? ¿Escasa capacitación docente para enseñar en la sociedad en red y en la cibercultura? ¿Escasa dedicación horaria del docente de modo tal que le permita cumplir con las tareas de acompañamiento, apoyo y orientación del alumno que estudia a distancia?
¿O el problema reside en la reiteración de modelos de enseñanza que no promueven el diálogo, el debate, la indagación, el pensamiento reflexivo y el aprendizaje colaborativo?
Si éste fuera el caso, estaríamos frente a un gran desafío ya que el uso de las tecnologías en la educación ocultaría una cuestión de fondo relacionada con la repetición de enfoques y estrategias que no favorecen el aprendizaje significativo, reflexivo y comprensivo.
Desde ese lugar, pensamos que de nada sirven las tecnologías aplicadas a la educación si no se plantean dentro de un marco político, ético, social y cultural que dé cuenta de los fines y objetivos que hoy requiere la formación plena de ciudadanas y ciudadanos. Se trata de repensar para qué y cómo enseñamos en una sociedad en constante transformación.
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